En Valencia se dice que las fallas acaban después de la ofrenda de flores a la Virgen. 250.000 personas, esto es, un cuarto de la población de Valencia desfila bellamente ataviada por las calles de la ciudad. Cada grupo de falleros va acompañado por una banda de música, que ameniza la marcha hacia la Plaza de la Virgen. Horas de cansancio (en algunos casos agotamiento, con mareo incluido), ejercicio, frío… que se ven recompensados por la vista de la enorme imagen de la Virgen, casi totalmente cubierta de flores.

1.30 de la mañana del viernes 17.3.2006.

Miles de personas se agolpan a ver pasar a los falleros, que comienzan a emocionarse con lágrimas: están ya cerca de la Virgen, después de horas de caminata. Mientras, fuera del recorrido, a espaldas del público, en el suelo, había un artista que, guitarra en mano, se desgañitaba en su afán de ser escuchado. No había nadie prestando atención: la gente había acudido a la ofrenda para otra cosa. Era un perfecto ejemplo de «ir a su bola» o de, ya en lenguaje menos coloquial, eran una manifestación de VULGARIDAD.

He aprendido que la VULGARIDAD consiste en HALLARSE JUNTO A ALGO GRANDE (bello, importante, santo…) Y NO DARSE CUENTA.

Y eso ocurría con ese artistilla del tres al cuarto que no tenía la sensibilidad suficiente para descubrir la sublimidad de aquel mágico momento. Y se ocupaba en vano en ser el centro de la atención.