Alguien dijo eso de tengo un ansia infinita de paz. Una frase así de fuerte sólo se avala con la historia (Para que sea verdad). Y la verdad es lo que importa.

Véase una historia real de la Guerra Civil Española (1936-1939)

Por ZULU 031 General de Cuerpo de Ejército

“Cuentan los ancianos del lugar que allá en la serranía leonesa, durante la Guerra Civil, una partida de milicianos andaba a la captura de un grupo de falangistas, cuando toparon con uno de ellos que se había quedado rezagado de sus compañeros. Los milicianos se dispusieron a fusilarle cuando el comandante bajo cuyo cargo estaban les ordenó que, en lugar del fusilamiento, le enterraran en el suelo de forma que sólo saliera fuera la cabeza, y practicaran con ella el tiro al blanco. Semejante angelito, que hoy dejaría en pañales a esos que se dedican a la decapitación en nombre de Alá, fue fusilado, sí, por los nacionales, después de un Consejo de Guerra, que esa es la parte que no se cuenta».

«El caso es que los ancianos del lugar, o al menos uno de ellos, tuvo ocasión de contar esta historia a dos compañeros periodistas, trabajadores en un grupo mediático que no se distingue por su proximidad al PP, que acudieron en busca de testimonios que avalaran la imagen de alma cándida del citado comandante, cuyos descendientes adoran de él su pasión por los humildes, y hacen de su memoria una guía de sus actos. Un espíritu candoroso cuyo recuerdo mejor permanecería enterrado, al igual que los de aquella contienda que sólo traen tristeza y amargura. Animales hubo en los dos bandos, y seguro que ejemplos como el citado se podrán contar por miles a uno y otro lado de esa línea divisoria que es el odio. Por eso a esos muertos, a sus fantasmas y a sus espíritus es mejor enterrarlos y dejarlos descansar en paz, porque resucitarlos puede llegar a ser peligroso. Por cierto, no publicaron la historia”.

Sustituir, eso sí, donde dice comandante por capitán, dado que ésa era la graduación del personaje de esa historia de quien la biografía oficial dice que murió un mes de agosto de 1936 fusilado por no traicionar a la República. Parece ser, por lo que se he podido ir averiguando después, que en el poco tiempo que pasó desde el inicio de la guerra hasta su fusilamiento, la práctica del tiro al blanco sobre las cabezas de sus enemigos enterrados fue una práctica habitual llevada a cabo por este hombre, que luego transmitiría a sus herederos un ansia infinita de paz.

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