Un buen día todos se hicieron Bautistas…

Ocurría a menudo: la Misión Católica, siempre atenta a los pobres y necesitados, traía al pueblo víveres, ropa, construcciones, cemento y ladrillos para las casas. Los nativos estaban entusiasmados con todo aquel despliegue de recursos en su ayuda. El buen sacerdote se fue un par de meses de vacaciones.
Cuando llegó notó que sus feligreses habían comenzado a asistir a los servicios de la Iglesia Bautista, que había llegado durante su ausencia.

– ¿No estáis contentos con la Misión Católica?
– Sí, Padresito: muy contentos. Agradesidísimos….
– Y entonces ¿por qué os habéis apuntado a la iglesia Bautista? No entiendo…
– Verá, Padresito. Ustedes son muy buenos y nos proveen de sapatos y
vestidos; de yogures y latas; de medicamentos y hasta de champú. Pero
vinieron ellos y ahorita empezaron a hablarnos de Dios… Y eso no lo
oímos de ustedes, pero es lo que más nos interesa…