Chico de catorce años que subió el Everest; Ideales: soltar la imaginación y tener los pies en la tierra.

LOS IDEALES pueden hacerse realidad si despejamos los obstáculos.

Esta historia es real: un chico que una vez soñó con un gran ideal (Subir al Everest) y tuvo que lograr el apoyo de sus padres, el apoyo de esponsors, sobreponerse a fracasos (perdió cinco dedos en uno de ellos)…

Ser adolescente es empezar a soñar. Y hacer realidad ese sueño. ¿Qué te impide soñar? Lo que aparta de pensar, de enfrentarte con la realidad. Asumamos que tienes 14 años.Imagínate que tu sueño es subir Everest. Si estás teniendo problemas con los estudios, tus padres no estarán contentos contigo. Luego ya tienes obstáculos insalvables para llegar a realizar tu sueño. Más obstáculos: el pecado. El pecado hace daño; no da igual pecar o no pecar: el alcohol resta capacidad de decidir y de pensar; crea adicción. Lo mismo ocurre con los porros y la droga en general; en cuanto a la parte emocional debemos darnos cuentas de que somos personas enteras, no sexo sólo. Dios hizo todo y creó el mundo. Tu estás relacionado con él; el problema es que ni te das cuenta, ni le das importancia. ¿De quién es el problema? Tuyo.

¿Es posible que un adolescente pueda tener suficientes parámetros como para decidir su futuro? Un adolescente ¿puede decidir razonadamente el casarse o vivir en celibato?

Júzgalo tú mismo siguiendo esta increíble historia…

El Sherpa de 14 años volverá al Everest

Un año después de su primer intento Temba Sheri, de 14 años de edad, tiene la intención de regresar y volver a intentar el récord de ser el más joven en pisar «el techo del mundo».

Hace un año el sherpa Temba Tsheri, a los 14 años de edad, protagonizaba el intento de ascensión de la persona más joven que jamás hubiera escalado el Everest (8.848 m). Temba, nacido en mayo de 1985, eligió la ruta que discurre a través de la vertiente sur -nepalí- de la montaña para llevar a cabo su expedición; de haber conseguido alcanzar la cima, estableciendo así un nuevo -y espectacular record-, hubiera obtenido fama y reconocimiento a nivel internacional, principales motivos que le impulsaron a subir la montaña.

A pesar de las numerosas opiniones contrarias a un viaje que llevaría a un muchacho que no ha completado su desarrollo físico ni emocional, y que no tiene la experiencia alpinística mínima necesaria para enfrentarse a alturas que han matado a muchos de los mejores alpinistas del mundo, la expedición siguió su curso y, a mediados del mes de marzo pasados llegaron al lado sur del Everest dispuestos a atentar su cumbre.

La expedición «Everest Expedition 2000: New Record», organizada por la Agencia Dolkha Trust, estaba formada por algunos miembros de la familia del joven: su padre, Chhewa y su hermano Chhiring, además de Dangima, Phurbachhiri y Ram Krishna Shrestha. Durante aquel primer intento llegaron informes contradictorios desde el Campo Base Sur de la montaña; algunas fuentes «oficiosas» hablaban del buen transcurso de la ascensión, mientras que algunos periódicos nepalíes afirmaban que el muchacho había llegado a desaparecer durante algunos días en la montaña… Pero el único hecho constatable es que, tras el intento de cumbre del 21 de mayo el joven escalador bajó de la montaña sufriendo congelaciones que provocarían la amputación de varias falanges. Sin embargo, y a pesar de los desastrosos resultados de la pasada expedición, Temba ha manifestado su deseo de volver al Samargatha -nombre nepalí del Everest-, de nuevo por su vertiente sur, en esta ya inminente temporada del Himalaya.

Por primera vez, un montañista ciego logro escalar el monte Everest

En lo que puede ser visto como una semana agitada en » el techo del mundo», los norteamericanos llegaron ayer a la cima del Everest. Uno de ellos hizo historia por ser el primer montañista ciego que sube a su cima y el otro por ser el hombre de más edad en llegar a su pico. Ambos figuraron entre las 94 personas que escalaron el pico más elevado del mundo en tan sólo cuatro días, por la ladera de la montaña que corresponde a Nepal. Pero estos triunfos se vieron acompañados por la tragedia, ya que hay informaciones de que un montañista ruso habría muerto en el lado tibetano.

La Asociación Tíbetana de Montañismo, que supervisa las expediciones en el costado norte de la montaña, informó de un accidente que sufrió un equipo ruso. Erik Weihenmayer, de 32 años, oriundo le Golden, Colorado, se convirtió en el primer ciego en llegar a la cima del Everest, según indicó el ministerio de Turismo de Nepal. En tanto que Sherman Bull, un médico de 64 años de New Canaan, en Connecticut, se convirtió en el hombre de más edad que llega a su pico. Weihenmayer llegó a la cima junto con Eric Alexander, de 31 años (de Vail, Colorado), Luis Benitez, de 28 (de Boulder, Colorado) y Teff Evans, de 31 (de Denver). Minutos antes, Chris Morris, de 33 años (de Wasilla, Alaska). Bradford Bull, de 33 ( Denver) y su padre Sherman Bull, llegaron a la cima del Everest, de 8.848 metros de altitud, junto a ocho guías nepaleses.

En los últimos cuatro días se percibió un gran apuro por llegar a la cima. ya que la temporada de montañismo concluye el próxlmo 31 de este mes. La de este año, que comenzó el pasado lº de marzo, se vio signada por el mal tiempo. Ni un solo deportista se animó a escalar la montaña hasta la semana pasada, cuando el tiempo ya había mejorado. Weihenmayer perdió la vista cuando tenía 13 años y comenzó a escalar montañas tres años después. Logró escalar al Everest siguiendo los sonidos de las campanas atadas a las camperas de su compañeros y de los guías. Weinhenmayer ya había escalado el monte McKinley en Alaska, el Aconcagua en la Argentina y el Kilimanjaro en Tanzania. Desde que los primeros montañistas conquistaron al Everest en 1953 (Sir Edmund Hillary y Sherpa Tenzing Norgay), más de 800 personas lograron llegar a su cima. Pero alrededor de 180 murieron en sus impredecibles laderas. En esta última temporada hubo dos muertes, la de Peter Banner, de 55, un ingeniero australiano y la de Mark Auricht, de 37, australiano también, quien se vio seriamente afectado por la altitud.

Este martes, hubo también un joven de 15 años, Temba Tsheri, que se convirtió en el montañista más joven en llegar a la cima del Everest. El año pasado, Tsheri había perdido cinco dedos por congelación en otro intento que hizo en el Everest.

Fuente: AP/The New York Tlme. Para Clarin-, Clarin 26 de Mayo 2001.


«Hete aquí, pues, cerca de los cuarenta y dos años… ¿Qué pensaría de ti el muchacho que eras a los dieciséis, si pudiera juzgarte?

»¿Qué diría de eso que has llegado a ser? ¿Hubiera simplemente consentido en vivir para verse transformado así? ¿Acaso valía la pena?

¿Qué secretas esperanzas no has decepcionado, de las que ni siquiera te acuerdas?

»Sería extraordinariamente interesante, aunque triste, poder enfrentar a estos dos seres, de los que uno prometía tanto y el otro ha cumplido tan poco. Me figuro al joven apostrofando al mayor sin indulgencia: «Me has engañado, me has robado. ¿Dónde están los sueños que te había confiado? ¿Qué has hecho con toda la riqueza que tan locamente puse en tus manos? Yo respondía de ti, había prometido por ti. Y has hecho bancarrota. Más me hubiera valido marcharme con todo lo que aún poseía, y que también has dilapidado…»

»¿Y qué diría el mayor para defenderse? Hablaría de experiencia adquirida, de ideas inútiles echadas por la borda, mostraría algunos libros, hablaría de su reputación, buscaría febrilmente en sus bolsillos, en los cajones de su mesa, para justificarse. Pero se defendería mal, y creo que se avergonzaría.»

Estos párrafos del Diario de Julien Green son una interesante reflexión, tanto para el pasado como para el futuro de cualquier vida. Porque –como ha escrito de Martín Descalzo– toda vida tendría que ser la cosecha de la gran siembra de los años juveniles. Vivir es fructificar. Y no simplemente avanzar y envejecer. La vida es apostar decididamente cuando se es joven, y mantener y mejorar esa apuesta cuando se madura.

Y cabe entonces preguntarse: si ya es difícil mantener esa apuesta de juventud cuando en esos años se sembraron grandes ideales, ¿qué será cuando sólo se sembraron desilusiones o insustancialidad? Cuando una persona joven no tiene ideales, o son pequeños y vulgares, es bien probable que le espere un futuro poco alentador. Por eso quizá una de las mayores infamias es empujar a los jóvenes a la mediocridad o a la desesperanza.

Es verdad que no basta con soñar durante la juventud, porque esos sueños pueden quedar en proyectos ingenuos o ilusorios. Pero quien no sueña nunca, quien se limita sólo a constatar la dificultad, quien siempre se jacta de ser muy realista y considera ingenuos a todos los que aspiran a mejorar ellos y mejorar el mundo en que vivimos, esos no se dan cuenta probablemente de que el enemigo principal no son todos esos que con tanto énfasis señalan fuera, sino que el peor enemigo lo tienen en su interior, en su mediocridad y en su desesperanza.

Y luego, cuando los adultos tendemos tan fácilmente a echar las culpas a tantas circunstancias para justificar el abandono de los que fueron nuestros grandes ideales de juventud, también entonces solemos engañarnos miserablemente. Es cierto que los proyectos de aquellos años necesitaban ser adaptados y modificados a lo largo de la vida, porque la vida da muchas vueltas y hay cosas muy poco previsibles, pero sabemos bien que muchas veces lo que hemos hecho con esos ideales es simplemente rebajarlos, por pereza, por abandono o por mezquindad. Y lo que logramos con eso es ir deshinchando nuestra vida como un globo, casi sin darnos cuenta.

La desesperanza –señala Josef Pieper– está en la misma estructura mental de quien orienta mal su vida. Supone un dolor siempre grande, propio de quien se niega a caminar por el camino hacia la plenitud que su naturaleza le llama.

A la desesperanza no se llega de modo repentino. Su principio y su raíz suelen estar en la pereza (quizá por eso asegura el dicho popular que la pereza es madre de todos los vicios). La pereza es sinónimo de dejadez, de desinterés, y eso siempre conduce a una tristeza que paraliza, que descorazona. Y lo peor es que lleva a un círculo vicioso de desgana que refuerza la dejadez. El hombre perezoso parece querer sustraerse de las obligaciones propias de la grandeza de su misión. Es como una humildad pervertida, propia de quien no quiere aceptar su verdadera condición y sus talentos, porque implican una exigencia. Como un enfermo que no quisiera curarse para que no le exijan lo que se exige a una persona sana.

Hay un tipo de esperanza que surge de la energía juvenil pero se agota con los años, al ir declinando la vida. Sin embargo, la verdadera esperanza es una despreocupada y confiada valentía, que caracteriza y distingue al hombre de espíritu joven y lo hace un modelo tan atractivo. La esperanza da una juventud que es inaccesible a la vejez y a la desilusión. Así, aunque día a día perdemos un poco la juventud natural, podemos día a día renovar nuestra juventud de espíritu. En vez de dar culto a la juventud del cuerpo, de modo exterior y forzado, y que además produce desesperanza al ver cómo se va marchando, hemos de buscar esas cimas más altas a las que se puede remontar la esperanza del hombre que rejuvenece día a día su espíritu.