Nadie lo vio (manga ancha, hombre)

Una vez me hallaba en Roma, donde es sabido que se conduce sin observar las reglas de tráfico, pero es un lugar en que, curiosamente, no se produce apenas accidentes de tráfico. No-sé-cómo (ejem) me vi en contra dirección (era una calle de un sentido: el contrario al que circulaba); y desafortunadamente me topé con un guardia de tráfico (con bigote, claro). Me vio y levantó las cejas con sorpresa; con aire de excusa abrí la boca balbuceando unas palabras, subí los hombros y le acerqué las manos con las palmas hacia arriba. El hombre, se encogió de hombros, se dio la vuelta y me dejó circular: no había visto nada.

La flexibilidad es una virtud que te lleva a ser más feliz (cuando menos a no sufrir úlcera de estómago), además de ser positiva para la convivencia.

Continúa leyendo y obtendrás un cuento muy relacionado con la flexibilidad…

El rey de Constantinopla invita a un mensajero de Carlomagno a un banquete y lo sienta al lado de los nobles. Éstos tienen por ley que ningún convidado a la mesa del rey, sea nativo o extranjero, dé vuelta la carne que le sirven: debe comer empezando siempre por la parte de arriba.

Le sirven al mensajero un plato de pescados cubierto de hierbas. No conociendo las costumbres del país, el pobre revuelve la comida. Los nobles se ponen de pie y le gritan al rey: -¡Oh, señor! Has sido deshonrado como jamás lo fuera rey alguno.

El rey se dirige al mensajero: -Lo siento pero tengo que condenarte a muerte. Lo más que puedo hacer por tí es concederte cualquier favor que me pidas , con tal que no sea la vida. El mensajero responde: -No, la vida no. Sólo te pido un pequeño favor: que se le arranquen los ojos a todos aquellos que me vieron dar vuelta el pescado.

El rey afirma que él, personalmente, no vio tal cosa, sólo ha oído la palabra de los otros comensales. La reina también se excusa: – Doy mi palabra que no he visto nada.

Los otros nobles también niegan categóricamente: tampoco vieron nada.

El mensajero vuelve a su tierra sano y salvo.