SANTA JUANA DE CHANTAL. (03 de Agosto)

Fundadora

1572 a 1641

1. “El amor mueve los corazones”

“Si falta la caridad, aún en los dones extraordinarios, de nada sirven nuestras obras” Eso dicen de Santa Juana de Chantal.

Y así debió ser, puesto que además de experiencia de vida y sentido común, poseía un don del Espíritu Santo, veía hasta lo más profundo de las almas y le bastaban pocos minutos de conversación para lograrlo. -Tiene dotes de adivina– comentaban algunos.

Alguien hizo este comentario: -¡Qué va! Lo único que hace es ponerle amor y calor a lo que dice.

-A mi suegra le aconsejó que se reconciliara con su hijo para que volviera por el buen camino.

-¡Bah, eso se lo dije yo hace años!

-Pues mira, a ella le hizo caso y a ti no. Y, además, lo que no hiciste fue ir a curar las llagas de mi suegra, como hizo ella, cuando estuvo enferma.

2. “Pasó sobre el cuerpo de su hijo” “Heroísmos que no se comprenden: prefirió a Cristo”

Llegó el momento de entrar a la vida religiosa. Pero faltaba todavía la más dramática de todas las despedidas. Cuando ella pasó de uno en uno a despedirse, todos aquellos venerables señores empezaron a llorar. Tan grande era el aprecio que sentían por su noble amistad. Ella se sobreponía a la terrible emoción que sentía, pero no se imaginaba lo que le iba a suceder enseguida. Ya iba a llegar a la puerta de salida, cuando su hijo Celso, en medio de conmovedoras lágrimas le gritó llorando:

-Mamá, si te quieres ir, tendrás que pasar sobre el cuerpo de tu propio hijo. Y se acostó en medio de la puerta. Ella, en un momento de heroísmo, le dijo:

-Pues pasaré.

Y dando un salto valeroso, pasó sobre el cuerpo tendido de su único hijo. Pero al salir a la calle sintió que iba a desfallecer de emoción y empezó a llorar y a estremecerse. Afortunadamente en ese momento se le acercó un sacerdote y dijo:

-Cuidado, señora, que las lágrimas de un muchacho no la vayan a hacer desistir de un buen propósito. Jamás.- dijo ella- Pero, ¿qué quiere usted? ¡Soy madre!- y secándose las lágrimas recobró el valor.

En aquel momento salió el señor Fremiot y la despidió con un conmovedor abrazo y ella poniéndose de rodillas ante él, le pidió su bendición paternal. Una vez recibida la bendición de su padre, partió rápidamente. El señor Fremiot no la volvería a ver más en esta vida.