Para que sepa la «gentuza» que tiene en su parroquia…

Cuando uno actúa mal o bien siempre hay consecuencias. Y el observador emite juicios; pronto el que actuó se halla en boca de otros que le tratan como «gentuza» o como hombre de bien.

Una anécdota de lo que le llegó a un cura de la actuación de un feligrés de su parroquia. Pulsa en leer más…

Sucedió hace unos 40 ó 50 años en un pueblo de la ribera de Navarra, donde la gente tiene fama de «brutica», pero de gran corazón y buen espíritu cristiano. Resultó que a la hora de la siesta se presentó en la casa parroquial un mendigo preguntando por el sacerdote. Salió a abrirle la puerta la madre del párroco, quien le informó de que su hijo en ese momento estaba descansando. El hombre, sin embargo, insistió en que quería hablar con el párroco.

El sacerdote oyó las voces y bajó a ver qué pasaba. Cuando vio que se trataba de un mendigo, le hizo pasar y le preguntó qué era lo que quería. El mendigo respondió: «No quiero comida, no quiero dinero, no quiero nada. Sólo he venido para que conozca usted qué feligreses tiene en su parroquia».

Y el hombre contó lo que acababa de ocurrirle: «Pasaba al lado de una casa, cuando oí desde una ventana a un hombre que me llamaba y me invitaba a pasar. Entré y vi una familia sentada alrededor de una mesa para comer. El padre de un manotazo abrió un hueco entre sus hijos, y puso una silla para que me sentara a comer.

Durante la comida, el padre me señaló con el dedo y dijo, dirigiéndose a sus hijos: `Hijos, éste hombre es Jesucristo’. He venido sólo para que usted conozca qué tipo de gente tiene usted en su parroquia».

Estas cosas pasan. Sólo Dios sabe cuántos eslabones tiene esa cadena de buenas obras que las personas de fe han ido forjando a lo largo de la historia, movidas únicamente por su amor a Cristo presente en los pobres.