PLUMAS DE ESCÁNDALO

Ante las polémicas acusaciones contra el fundador de un importante Movimiento Católico creo que viene muy a cuento la siguiente anécdota:

Se cuenta que S. Felipe Neri (1515 – 1595) dio una extraña penitencia a un novicio que era culpable de difundir rumores maliciosos. Le pidió que llevase una almohada de plumas a la parte alta del campanario en un día de vendaval y soltase las plumas al viento. Y que luego bajase de la torre y recogiese todas las plumas que se habían desperdigado por la lejana campiña, volviéndolas a poner en la almohada. Desde luego que el novicio no pudo hacerlo y éste era precisamente el punto que Felipe quería hacer acerca del gran mal que hace difundir escándalos. La maledicencia y la calumnia tienen la capacidad de difundirse como el viento en todas direcciones y, una vez soltadas, nunca pueden ser completamente recogidas.
Incluso cuando las acusaciones son demostradas como claramente falsas, la reputación de aquellos falsamente acusados conservan una mancha perdurable. “Ah sí,” se dice vagamente, “no fue alguna vez acusado de…”

Las palabras de Shakespeare que aprendimos en la escuela vienen muy a cuento:
Quien roba mi bolsa, roba basura, era algo, nada; Era mía; es suya, y ha sido esclava de miles;
Pero aquel que me arranca mi buen nombre. Me roba aquello que a él no le enriquece,
Y me hace a mí de verdad pobre.


(extraido de un artículo del Rev. Richard John Neuhaus, «Plumas de escandalo»,FIRST THINGS, Marzo 2002 )