¿Un médico también puede ser santo?

El ejemplo de un médico bueno: Ernesto Cofiño, guatemalteco.

Ernesto Cofiño

Ernesto Cofiño nació en la ciudad de Guatemala el 5 de junio de 1899, donde también cursó sus primeros estudios. En la Facultad de Medicina de la Universidad de París obtuvo con honores el título de Médico Cirujano en 1929. Contrajo matrimonio en 1933 y tuvo cinco hijos.

Ernesto Cofiño colaboró heroicamente con organizaciones dedicadas a la educación y capacitación de campesinos, de obreros, de mujeres de muy escasos recursos.

La investigación diocesana sobre la vida, virtudes y fama de santidad del Siervo de Dios Ernesto Cofiño, primera etapa de su causa de canonización, inició el 31 julio del 2000 en la Ciudad de Guatemala. El doctor Cofiño (1899-1991), pionero de la pediatría en Guatemala, ejerció su profesión con admirable espíritu de servicio. Su amor a Dios y al prójimo, especialmente el enfermo y el más necesitado, fueron la luz y el impulso de su vida.

Ernesto Cofiño nació en la ciudad de Guatemala el 5 de junio de 1899. Estudió Medicina en La Sorbona. De vuelta a su país, contrajo matrimonio en 1933 con Clemencia Samayoa. Tuvo cinco hijos. Fue pionero de la investigación pediátrica en Guatemala. Creó la Cátedra de Pediatría de la Facultad de Medicina de la Universidad de San Carlos que regentó él mismo durante 24 años. Fundó la Asociación Pediátrica de Guatemala y fue por algún tiempo director del Hospicio Nacional. En 1946 creó el Sanatorio Antituberculoso Infantil en San Juan. Se dedicó a su profesión con un admirable espíritu de servicio que le llevaba no solamente a ocuparse de la salud física de sus pacientes, sino a compartir sus problemas personales.

En el año 1956 se incorporó al Opus Dei como supernumerario. A partir de entonces intensificó su trato con Dios en la oración, en la Santa Misa y Comunión diarias, en la Confesión semanal. Tenía mucha devoción a la Madre de Dios, y fue un gran propagador del rezo diario del Santo Rosario. Se aplicó al estudio de las verdades de la fe y llevó a cabo un amplio apostolado, por medio del cual comunicó su alegría y su generosidad a muchas personas.

El doctor Cofiño animó a mucha gente a colaborar económicamente, y también con sus oraciones, en el impulso de iniciativas sociales de promoción humana y cristiana. Dirigió durante tres años la sección de Cáritas Guatemala. Colaboró con organizaciones dedicadas a la educación y capacitación de campesinos, de obreros, de mujeres de muy escasos recursos, y en la formación de la juventud universitaria. Su visión cristiana y su hondo sentido humano le llevaron a fomentar y defender el derecho y el amor a la vida, por medio de iniciativas en beneficio de futuras madres, de niños y niñas de la calle, de huérfanos. También promovió asilos y centros asistenciales. Murió de cáncer a los 92 años después de una enfermedad larga y dolorosa que aceptó cristianamente.

Hacia los altares

El Decreto de Introducción de la Causa y el nombramiento del Tribunal se publicó el 31 de julio del año 2000 en la ciudad de Guatemala. La sesión de apertura de la fase diocesana del Proceso fue presidida por el arzobispo de Guatemala, monseñor Próspero Penados Del Barrio.

El 5 de abril del 2001, una vez escuchados los testigos y recogidos todos los documentos concernientes a la Causa, se dio por concluida la fase diocesana. Las actas fueron entregadas a la Congregación para las Causas de los Santos en Roma, el 5 de mayo de 2001.

A la postulación de la causa han llegado testimonios de favores atribuidos a la intercesión de Ernesto Cofiño procedentes de toda América Central, así como de México, Estados Unidos, Australia, Francia, España y Polonia.

Se ruega a quienes obtengan gracias, por intercesión de Ernesto Cofiño, que las comuniquen a la Oficina para las Causas de los Santos, del Opus Dei en Centroamérica, 5a. Avenida 4-20, Zona 14, Apartado Postal 111-A, Guatemala, C.A.

Otro médico y, sin embargo, en camino de santidad:

Eduardo Ortiz de Landázuri

Eduardo Ortiz de Landázuri nació en Segovia (España) el 31 de octubre de 1910. Estudió la carrera de Medicina. Obtuvo la Licenciatura en 1933 y el grado de Doctor en 1944.

Comenzó el ejercicio de su profesión en el Hospital del Rey, de Madrid. En 1935 amplió estudios en Alemania. En 1940 se incorporó al Hospital Clínico de Madrid, para trabajar con el Dr. Jiménez Díaz, a quien consideró siempre su maestro en la medicina. En 1946 obtuvo la Cátedra de Patología General de la Facultad de Medicina de Cádiz, pero se trasladó pronto a la de Patología Clínica y Médica en la Universidad de Granada. En septiembre de 1958, se incorporó a la naciente Facultad de Medicina de la Universidad de Navarra, en cuya Facultad -y Clínica Universitaria- gastó sus años de trabajo hasta el día de su jubilación.

Al comenzar la guerra civil española, su padre, militar de profesión, fue detenido en Madrid y condenado a muerte, a pesar de no haber participado en los sangrientos sucesos de aquellos días. Con su madre y su hermana pasó con él la noche anterior a su fusilamiento, que se produjo el 8 de septiembre. Refiriéndose a aquellos días diría más tarde: «Fueron los más dolorosos de mi vida». El asesinato de su padre dejó una honda señal en su alma y supuso el inicio de una profunda crisis religiosa, que originó el proceso interior de su conversión a Dios.

El 17 de junio de 1941, contrajo matrimonio con Laura Busca Otaegui. Se conocieron en 1935, en el Hospital del Rey, donde también trabajaba ella, en el departamento de Farmacia. Tuvieron siete hijos. Su familia -su mujer y sus hijos- fue el primer campo de servicio en su vida.

El 1 de junio de 1952, pidió incorporarse en el Opus Dei. El encuentro con la Obra supuso el inicio de una seria lucha por el mejoramiento continuo de su vida cristiana, siguiendo el camino abierto por la vida santa y las enseñanzas de su Fundador, san Josemaría Escrivá de Balaguer, al que llegó a querer entrañablemente. Poco a poco, consciente de su filiación divina, adquirió una piedad sencilla y recia. Externamente se le veía siempre con una profunda paz y gran alegría, manifestada de modo natural incluso en los contratiempos y en los momentos de cansancio.

Su actividad profesional alcanzó una intensidad sorprendente: la jornada comenzaba muy temprano, con un tiempo dedicado a la oración y a la Santa Misa, y terminaba, de ordinario, en las primeras horas del día siguiente. Atendió con solicitud a sus colegas y colaboradores; para los estudiantes fue maestro y guía, tanto en lo profesional como en lo humano. Trataba con afabilidad a cada uno y procuraba estar siempre disponible; a la vez, era exigente consigo mismo y con los demás, porque quería hacer rendir para Dios los talentos recibidos. Los enfermos encontraron en él a un verdadero amigo, pues se interesaba por todas las facetas humanas de las personas, para ayudarles a mejorar tanto corporal como espiritualmente.

En el Opus Dei aprendió el valor de la unidad de vida. Entendió así que el cuidado de su familia, el estudio y el trabajo, el trato con los amigos, colegas y estudiantes debía estar impregnado de sentido cristiano; cada actividad, ordenada y realizada en su momento, le ayudaba a dirigir el alma a Dios: era el ofrecimiento de su vida, convertido en verdadera oración contemplativa.

En 1983, dejó la docencia, a los 73 años de edad. Poco después se le diagnosticó un tumor canceroso. Al ser operado, se descubrió que el cáncer era incurable porque estaba muy extendido. Desde el primer momento fue consciente de la gravedad de su enfermedad y la aceptó uniéndose cada vez más a los padecimientos de Cristo en la Cruz, por la Iglesia. Sus dos últimos años de vida fueron aún de gran actividad profesional, llena de afán por acercar muchas almas a Dios. El 1 de mayo de 1985, ingresó definitivamente en la Clínica Universitaria de Pamplona, testigo de sus infinitos desvelos por los enfermos, donde falleció a las 9’10 de la mañana del día 20, mientras repetía esta oración: ¡Señor, auméntame la fe, auméntame la esperanza, auméntame la caridad, para que mi corazón se parezca al tuyo!

Desde aquel momento se manifiesta la fama de su santidad que muchos ya apreciaban en su vida y son cada día más los que confían en su intercesión ante Dios.

El 11 de diciembre de 1998, cumplidos los trámites necesarios, el Arzobispo de Pamplona decretó la Introducción de la Causa de Canonización y tuvo lugar la Primera Sesión del Proceso diocesano de su Vida, Virtudes y Fama de santidad. Toda la investigación diocesana terminó el 28 de mayo de 2002 y enseguida se envió la copia auténtica a la Congregación para las Causas de los Santos.

Se ruega a quienes obtengan gracias, por la intercesión de Eduardo Ortiz de Landázuri, que las comuniquen a la Oficina para las Causas de los Santos, de la Prelatura del Opus Dei en España, calle Diego de León, 14. 28006-Madrid.

Comenzó el ejercicio de su profesión en el Hospital del Rey, de Madrid. En 1935 amplió estudios en Alemania. En 1940 se incorporó al Hospital Clínico de Madrid, para trabajar con el Dr. Jiménez Díaz, a quien consideró siempre su maestro en la medicina. En 1946 obtuvo la Cátedra de Patología General de la Facultad de Medicina de Cádiz, pero se trasladó pronto a la de Patología Clínica y Médica en la Universidad de Granada. En septiembre de 1958, se incorporó a la naciente Facultad de Medicina de la Universidad de Navarra, en cuya Facultad -y Clínica Universitaria- gastó sus años de trabajo hasta el día de su jubilación.Al comenzar la guerra civil española, su padre, militar de profesión, fue detenido en Madrid y condenado a muerte, a pesar de no haber participado en los sangrientos sucesos de aquellos días.

Con su madre y su hermana pasó con él la noche anterior a su fusilamiento, que se produjo el 8 de septiembre. Refiriéndose a aquellos días diría más tarde: «Fueron los más dolorosos de mi vida». El asesinato de su padre dejó una honda señal en su alma y supuso el inicio de una profunda crisis religiosa, que originó el proceso interior de su conversión a Dios.

El 17 de junio de 1941, contrajo matrimonio con Laura Busca Otaegui. Se conocieron en 1935, en el Hospital del Rey, donde también trabajaba ella, en el departamento de Farmacia. Tuvieron siete hijos. Su familia -su mujer y sus hijos- fue el primer campo de servicio en su vida. El 1 de junio de 1952, pidió incorporarse en el Opus Dei. El encuentro con la Obra supuso el inicio de una seria lucha por el mejoramiento continuo de su vida cristiana, siguiendo el camino abierto por la vida santa y las enseñanzas de su Fundador, san Josemaría Escrivá de Balaguer, al que llegó a querer entrañablemente. Poco a poco, consciente de su filiación divina, adquirió una piedad sencilla y recia. Externamente se le veía siempre con una profunda paz y gran alegría, manifestada de modo natural incluso en los contratiempos y en los momentos de cansancio.

Su actividad profesional alcanzó una intensidad sorprendente: la jornada comenzaba muy temprano, con un tiempo dedicado a la oración y a la Santa Misa, y terminaba, de ordinario, en las primeras horas del día siguiente. Atendió con solicitud a sus colegas y colaboradores; para los estudiantes fue maestro y guía, tanto en lo profesional como en lo humano. Trataba con afabilidad a cada uno y procuraba estar siempre disponible; a la vez, era exigente consigo mismo y con los demás, porque quería hacer rendir para Dios los talentos recibidos. Los enfermos encontraron en él a un verdadero amigo, pues se interesaba por todas las facetas humanas de las personas, para ayudarles a mejorar tanto corporal como espiritualmente.

En el Opus Dei aprendió el valor de la unidad de vida. Entendió así que el cuidado de su familia, el estudio y el trabajo, el trato con los amigos, colegas y estudiantes debía estar impregnado de sentido cristiano; cada actividad, ordenada y realizada en su momento, le ayudaba a dirigir el alma a Dios: era el ofrecimiento de su vida, convertido en verdadera oración contemplativa. En 1983, dejó la docencia, a los 73 años de edad. Poco después se le diagnosticó un tumor canceroso. Al ser operado, se descubrió que el cáncer era incurable porque estaba muy extendido.

Desde el primer momento fue consciente de la gravedad de su enfermedad y la aceptó uniéndose cada vez más a los padecimientos de Cristo en la Cruz, por la Iglesia. Sus dos últimos años de vida fueron aún de gran actividad profesional, llena de afán por acercar muchas almas a Dios. El 1 de mayo de 1985, ingresó definitivamente en la Clínica Universitaria de Pamplona, testigo de sus infinitos desvelos por los enfermos, donde falleció a las 9’10 de la mañana del día 20, mientras repetía esta oración: ¡Señor, auméntame la fe, auméntame la esperanza, auméntame la caridad, para que mi corazón se parezca al tuyo! Desde aquel momento se manifiesta la fama de su santidad que muchos ya apreciaban en su vida y son cada día más los que confían en su intercesión ante Dios.

El 11 de diciembre de 1998, cumplidos los trámites necesarios, el Arzobispo de Pamplona decretó la Introducción de la Causa de Canonización y tuvo lugar la Primera Sesión del Proceso diocesano de su Vida, Virtudes y Fama de santidad. Toda la investigación diocesana terminó el 28 de mayo de 2002 y enseguida se envió la copia auténtica a la Congregación para las Causas de los Santos.