SANTAS FELICIDAD Y PERPETUA.

1. Dios o los familiares. “Sólo desde el verdadero amor a Cristo se puede entender el sacrificio”

Del martirio de las santas Felicidad y Perpetua conocemos su desenlace, aquí referimos detalles sobre la entereza y fortaleza de santa Perpetua ante los intentos de su padre de persuadirla de que renegara del cristianismo y sacrificara a los ídolos.
El hombre intenta conmoverla de todas las maneras posibles, y para lograr derribarla le dice que tenga compasión de él, que piense en sus hermanos, en su madre y en su tía materna, y también, cómo no, en el niño que está criando. Narra la propia santa: “Me besaba las manos y se arrojaba a mis pies y me llamaba, entre lágrimas, no ya su hija, sino su señora”. Perpetua trata de animar a su padre con palabras muy sobrenaturales, pero no consigue consolarlo. El hombre vuelve a la carga al día siguiente, que es el del juicio, llevando en los brazos al hijito de Perpetua:
-Compadécete del niño chiquito.

Y el procurador Hilariano, que tiene autoridad para condenarla, se une al consejo del padre para que así salve la vida. Perpetua se niega a sacrificar y se confiesa cristiana. Tan pesado se pone el padre en sus intentos por hacerla cambiar de idea, que acaba el procurador por ordenar que lo echen a palos del tribunal. Y escribe así: “Yo sentí los golpes de mi padre como si a mí misma me hubieran apaleado. Así me dolí también por su infortunada vejez”. Entonces Hilariano pronuncia la sentencia contra todos nosotros, condenándonos a las fieras. Y bajamos jubilosos a la cárcel.