El hombre moderno gusta ser el centro de la atención. Ya no le basta con salir detrás del entrevistador deportivo: ahora se muere por ser entrevistado. Es el afán morboso que consume buena parte de las fuerzas de las pavas de 14 años, en su deseo de llamar la atención.
El polo opuesto es el tímido, tipo «ni me mires, ni me toques». Sin llegar a ser huraño, es persona que no aparece en público, ante la mirada de curiosos, por no quedar mal. Prefiere quedarse corto a meter la pata.
Pero hay un tipo de persona raro de encontrar. Es realmente excepcional: es el que, a propósito y teniendo talentos de sobra elige mantenerse en un segundo plano y no brillar por razones de humildad personal, por argumentos que van más allá de consideraciones sociales.Continúa con un microrelato: El Don de Facundo que abunda en esta misma idea…

EL DON DE FACUNDO

Tomaba alborotado su primer baño de primavera en la playa de Sitges. En la orilla una turista japonesa lo captó en su instantánea de marido posando, brazos abiertos y ola. “Otra con nuestro Facundo de fondo”, constató su madre orgullosa.  Era la mayor virtud del regordete Facundo. Aparecer en los trasfondos de fotografías de otros.

RUBÉN MARTÍN