Dentro de la vida cristiana, está el aprecio a la Eucaristía. Y aparte de la Misa y la Comunión, que es la recepción de Jesucristo mismo (pero bajo la forma de pan), podemos ir a visitarle a la iglesia (templo), oratorio o Capilla (costumbre de buenos amigos); esto es simplemente ponerse en su presencia, sentirle ahí, hablarle, conectar con Cristo presente en esa cajita que llamamos sagrario o tabernáculo.

Me contaba Carlos, un universitario madrileño, que le costó Dios y ayuda el traer a su amigo Pablo al centro, que no practicaba y la fe era una teoría para él.

Sigue la anécdota de la vida misma…

Lo cierto es que ese día había una vela con el Santísimo (acompañamiento a Jesús en la eucaristía, sacándolo del sagrario y exponiéndolo encima del altar). y Pablo llegó y se asombró. Carlos le explicó en qué iba a participar, sin mucha seguridad. Ahí se metieron y al cabo de un rato de Vela, Pablo le dijo a su amigo, señalando al sagrario: ahí está Dios.

Y es que había recibido la fe. Lo demás fueron consecuencias: confesión y vida cristiana. Pero la fe la recibió aunque su amigo titubease, aunque él pensara que todo aquello era una pantomima.