La castidad debe ser alegre, si no, no es virtud…

Cuentan que, después de su primer día de trabajo en el palacio del Emperador de China, los eunucos salían llorando, con una cajita entre las manos.

La lucha debe estar lejos de las puertas de nuestra alma: en la vista, por ejemplo. He aquí un ejemplo. (Continúa con un microrrelato…)

Una Chica muy guapa

Dos monjes, Tanzán y Ekiido, viajaban juntos por un camino embarrado. Llovía a cántaros, sin parar. Al llegar a un cruce se encontraron con una muchacha preciosa, vestida con un quimono y un ceñidor de seda, incapaz de vadear la vereda.

– Vamos muchacha – dijo Tanzán sin más. Y la levantó en los brazos por encima del barro y la pasó al otro lado.

Ekido no dijo ni una sola palabra hasta que, ya de noche llegaron al monasterio. Entonces no pudo resistir más.

– Los monjes como nosotros – le dijo a Tanzán – no deben acercarse a las mujeres, sobre todo si son bellas jóvenes. Es peligroso. ¿Porqué lo hiciste?

– Yo la deje allí –contestó Tanzán-. ¿Es que tú todavía la llevas?

Anónimo Japonés del siglo XIX, (heredado de la tradición zen)