La vida es un viaje de ida y vuelta.

Me contaba un amigo que su abuela, con alzheimer avanzado, escondía el queso mordido en los lugares más inverosímiles de la casa… Por doquier aparecían «tesoros» de la abuela… El problema fue detectado del todo el día en que la abuelita perdió su dentadura. No sabía donde estaba. La buscaron, la buscaron. Y por fin la hallaron escondida debajo del sillón, enganchada, mordiendo un queso de bola.

Hay un expresión que suena: estar de vuelta.
Uno nace desnudo, y descubre lo que hay fuera: desde sus propias manos, el pecho de su mamá, hasta el mundo que le rodea, las cosas…
y aprende a valorarlas. Quizás entonces es cuando comenzamos la carrera por atesorarlas.
Sólo ante el pensamiento de la muerte el hombre comienza a pensar cómo repartir lo que ha juntado con tanto esfuerzo. Y comienza a escribir su testamento.

Hay personas que logran con una inteligencia poco común, muchas veces ayudada por la Gracia, desapegarse de los bienes terrenos para estar más libres y poder moverse con alegría.
Cuentan los historiadores, que se encontraba Alejandro Magno con sus generales tras conquistar una gran ciudad, como de costumbre repartiéndose el botín. Viendo uno de ellos que Alejandro no se quedaba con nada, le preguntó, ¿y tu Alejandro, con qué te quedas? Éste le dijo: «Me quedo con la Esperanza».
Después de la anécdota, propongo esta convincente explicación sobre el desapego de lo terreno. Sigue este enlace…

Desprendimiento
El valor del desprendimiento nos enseñará a poner
el corazón en las personas, y no en las cosas materiales.

El valor del desprendimiento consiste en saber utilizar correctamente
nuestros bienes y recursos evitando apegarse a ellos y, si es necesario,
para ponerlos al servicio de los demás.

El desprendimiento como valor se origina al reconocer que todos tenemos
necesidades y en algunos casos encontramos personas con carencias. En
cualquier situación debemos superar nuestro egoísmo e indiferencia para
colaborar en el bienestar de los demás, no importa si es mucho o poco lo
que hacemos y aportamos, lo importante es tener la conciencia de ofrecer
algo, de aportar. En la generosidad que requiere el desprendimiento no
cabe el ofrecer algo que nos sobra.

El valor del desprendimiento tiene que ver con varios aspectos, entre
ellos: la importancia que le damos a las cosas, el uso que hacemos de
ellas y la intención que tenemos para ponerlas al servicio de los demás.

En ocasiones vivimos y trabajamos sin descanso para poseer aquello que
tanto nos ilusiona (autos, joyas, ropa, aparatos, etc.) y nuestra vida
se mueve a ese compás, sin embargo si no tenemos cuidado puede llegar el
momento en que a pesar de la insatisfacción que nos produce llenarnos de
cosas, pretendemos que éstas llenen un vacío interior.

A veces en broma, pero muchas veces en serio hemos escuchado decir de
alguien: “quiere más a su coche que a (…)”, “ni se te ocurra tocar sus
(…) porque tendrás problemas”, “ni se lo pidas, jamás presta lo que
tiene”, “ todo su dinero lo ocupa para (…)”, etc., y todas ellas
reflejan a una persona con apego inmoderado por lo que tienen. Debemos
recordar que en el orden de los afectos, las personas y su bienestar
ocupan el primer lugar antes que nuestra persona misma o lo que poseemos.

Existen personas que materialmente ponen el corazón en las cosas
materiales. A veces por los recuerdos que evocan, pero en otras debido
al valor económico que tienen o simplemente por el trabajo que supuso
adquirirlos. A esta particular forma de afecto se le llama apego y de
ninguna manera se relaciona con el hecho de cuidar las cosas y hacer
buen uso de ellas.

Cuando nuestro aprecio es mayor por las cosas que por las personas, nos
parece absurdo compartir lo que tenemos, o en su defecto lo hacemos a
regañadientes. El desprendimiento supone un esfuerzo para superar ese
sentimiento de posesión y exclusividad de lo que poseemos para ofrecerlo
gustosamente a los demás.

No debemos confundir el desprendimiento con el hecho de deshacernos de
todo aquello que no utilizamos, que es inservible o se ha convertido en
un estorbo, esta actitud manifiesta poco respeto por la persona que lo
recibe, independientemente de su condición y situación actual. Somos tan
soberbios que consideramos un insulto recibir algo de segunda mano, ¿por
qué los demás deben soportar lo que nosotros consideramos desprecio?

Puede parecer que este valor se enfoca únicamente a objetos, pero
nuestros recursos van más allá de lo que se puede tocar, poseemos
conocimientos, cualidades y habilidades que muchas veces nos cuesta
trabajo poner a disposición de las personas, porque requiere prescindir
de nuestro descanso, gustos, preferencias y comodidades para llevarse a
efecto.

Nos sorprendemos con el médico que atiende enfermos sin cobrar
honorarios; personas que pasan los días trabajando en obras de caridad;
profesores que trabajan horas extras desinteresadamente; padres de
familia que se niegan gustos y diversiones personales para pensando en
su familia; lo más inaudito es que muchos de ellos no viven en una
condición del todo desahogada. El verdadero desprendimiento no tiene
medida, sin calcular cuánto es lo indispensable para cumplir, es una
entrega generosa de todo, Sí, de todo lo que tenemos.

Para vivir el desprendimiento puedes:
Hacer una lista de las cosas que tiene y determinar cuales realmente
necesitamos y cuales son caprichos, vanidades, etc.

– Ayudar a una obra de caridad haciendo una aportación significativa, de
acuerdo con tus posibilidades.

– Enseñar a otros algo que sepas hacer bien (sin olvidar de enseñarles
los “secretos” que pudieras atesorar sobre el tema)

– Regala o dona un bien al que sientas que te has apegado.

– Procura decir más veces “sí” cuando te pidan algo prestado sin poner
pretextos.

El valor del desprendimiento ayudará a nuestra sociedad al convertirnos
en personas más altruistas y generosas, brindará un mejor ambiente en
nuestras relaciones con amigos y familiares y nos convertirá en personas
que tienen el corazón puesto en el lugar correcto.
extraído de aquí…