Exigir sinceridad y respetar al sincero

No podemos abofetear al sincero. Es parte del código de honor. Si exigimos sinceridad y luego la castigamos con todo rigor ¿quién será sincero de nuevo?
La sinceridad debe llevar premio siempre, como lo lleva incluso en la justicia: el que confiesa su delito, tiene atenuación de pena…

La anécdota de hoy refleja esta propuesta de justicia

La sinceridad de Timoclea con Alejandro Magno

Los atenienses, creyendo muerto al joven Alejandro en la campaña del norte, se sublevaron. Alejandro llegó a Tebas con su ejército y, dando la impunidad a los tracios y atenienses (que luchaban juntos) la atacó. Ganándola la saqueó y puso en venta a unos 30,000 hombres. Fueron 6,000 los que murieron en el combate. En el saqueo algunos tracios entraron en casa de Timoclea, mujer principal y de admirable conducta. Mientras los demás saqueaban sus bienes, el comandante, después de haber insultado y haber hecho violencia al ama le preguntó si había ocultado oro o plata en alguna parte. Confesó que sí, y llevándole solo al huerto le mostró un pozo. Le dijo que al ser tomada la ciudad había arrojado allí lo más precioso de su caudal. Se acercó el tracio al brocal y cuando se puso a reconocer el pozo, habiéndose ella puesto detrás, le arrojó al pozo, echándole encima muchas piedras hasta que acabó con él. Los tracios la llevaron atada ante Alejandro. Parecía una persona respetable y animosa, pues seguía a los que la conducía sin dar muestra de temor ni sobresalto. Alejandro le preguntó que quién era. Respondió ser hermana de Teágenes, el general que había peleado contra Filipo por la libertad de los griegos y había muerto en la batalla de Oneronea.
Admirado, pues, Alejandro de su respuesta y de lo que había ejecutado, la dejó en libertad, a ella y a sus hijos.

Plutarco
Vidas ejemplares,
Alejandro, XII pág. 39