Un día en la catequesis me explicaron que Dios no sabía contar a la forma humana; contaba así: (señalando a cada uno) UNO, UNO, UNO…
En un mundo de globalización a veces nos podemos perder en las cifras y no dar importancia a la calidad de la relación personal. La cantidad sigue sin ser más importante que la calidad en muchas cosas, en la mayoría de los casos que cuentan en el día a día.
La anécdota de hoy tiene que ver con esto: de uno en uno…


De uno en uno

Cierto día, caminando por la playa reparé en un hombre que se agachaba a cada
momento, recogía algo de la arena y lo lanzaba al mar. Hacía lo mismo una y
otra vez. Cuando me aproximé, observé que lo que agarraba eran estrellas de mar
que las olas depositaban en la arena, y una a una las arrojaba de nuevo al mar.
Le pregunté por qué lo hacía, y me respondió: «Estoy lanzando estas
estrellas marinas nuevamente al océano. Como ves, la marea está baja y estas
estrellas han quedado en la
orilla. Si no las devuelvo morirán aquí por falta de
oxígeno.» «Entiendo -le dije-, pero debe haber miles de estrellas de
mar sobre la playa, no puedes lanzarlas todas. Son demasiadas, quizás no te des
cuenta que esto sucede probablemente en cientos de playas a lo largo de la
costa. ¿No estás haciendo algo que no tiene sentido?». El hombre sonrió,
se inclinó y tomó una estrella marina y mientras la lanzaba de vuelta al mar me
respondió: «¡Para ésta sí lo tuvo!».