Soñad y os quedaréis cortos… (Una frase de San Josemaría)

De nuestro sueños, depende nuestro futuro. Si sólo tenemos delante un horizonte limitado, una fotografía pequeñita de quienes desearíamos ser nuestros planes se harán realidad y seremos una copia de aquella bagatela sin valor ni hermosura. Pero si soñamos con poner nuestros talentos a trabajar al máximo de sus posibilidades, nos encontraremos con sueños que entonces eran quimeras imposibles, pero que luego se convirtieron en realidad.

Sigue una anécdota titulada el águila que vivía engañada…

Existe una leyenda de los «pieles rojas». Cuenta cómo un indio encontró un huevo de águila y lo cambió a un nido de gallina clueca. El aguilucho salió del cascarón con la pollada y creció junto con las cluecas.

Toda su vida, el águila  cambiada -pensando que era una gallina- hizo todo lo que hacían las gallinas.

Escarbaba la tierra buscando semillas, excrementos o insectos para comer. Cacareaba y cloqueaba. Y volaba a unos palmos del suelo, en tramos de pocos metros. Después de todo, así es como deben volar las gallinas.

Pasaron los años, y el águila cambiada envejeció. Un día vio un magnífico pájaro, a gran altura en un cielo completamente despejado. Sostenido por las poderosas corrientes de viento, de aspecto majestuoso, se elevaba con imperceptibles movimientos de sus doradas y fuertes alas.

«¡Qué hermoso pájaro!» dijo el águila cambiada a su vecino. «¿Qué es?»

«Es un águila, la reina de los pájaros», cloqueó el vecino. «Pero ni lo pienses. Nunca podrías ser como ella.»

Y el  águila cambiada no volvió a pensar en ello. Y murió creyendo que era una gallina.

Es muy fácil vivir toda la vida pensando que somos gallinas cuando en realidad somos águilas. Pero si hacemos eso nos engañamos y engañamos a los demás.