Cuando el rey de Persia, Xerxes, marchaba contra Grecia en sus filas se infiltró un general griego de nombre Argesilao.. Disfrazado de soldado persa asesinó al noble Mardonio. Capturado y atado, fue llevado a presencia de Xerxes, que le preguntó por qué lo había hecho
– Pensaba que te mataba a tí, Xerxes, enemigo de los griegos, contestó el general
Ante semejante osadía Xerxes ordenó que el general fuera torturado para revelar los planes de su ejército.
Argesilao, adelantándose a sus verdugos, puso uno de sus manos en el fuego y allí la dejó hasta que estuvo totalmente quemada, sin murmrar ni un solo lamento de dolor y sin mostrar una sola mueca de sufrimiento en su cara. Hecho esto, se volvió a Xerxes y desafiante le dijo:
– Esto lo habría hecho cualquier griego, pues ninguno de nosotros nunca dirá nada que sea de provecho al enemigo
Tras lo cual y para demostrar sus palabras introdujo su otra mano en el fuego.
– Detente, exlamó Xerxes asombrado por semejante muestra de valor – Sacad esa mano del fuego, pues tu coraje me ha conmovido. Marcha con los tuyos, pues sin duda un hombre tan valeroso no tardará en caer de nuevo en nuestras manos.