Cuando recibas un regalo, mírale a la cara

La apertura de las fronteras tiene innumerables consecuencias positivas, pero entre sus muchas debilidades se encuentra la de ser una llave de entrada para las mafias del este, las sudamericanas, las asiáticas y las africanas. Aunque la mona se vista de seda, mona se queda: la policía debe de tener muchos momentos difíciles al encontrar nuevos chorizos y bandas asesinas con nuevos modus operandi, tan distintos como sus mentalidades y culturas milenarias.

He aquí una narración de una anécdota acaecida hace no mucho en una gran ciudad española:

Al salir a por el auto, el dueño no lo encuentra. Este primer hecho, es ciertamente inquietante, puesto que normalmente el coche es aparcado en el parking del edificio y ese día, domingo, al llegar del descanso familiar, lo dejaron aparcado junto a la acera durante unas horas.

Después de buscarlo por alrededor de la manzana, y alcanzar el quórum (eran sólo tres en casa padre, madre e hija veinteañera) y la aquiescencia del pleno de urgencia familiar, la pregunta ¿Qué hacemos? Vino respondida por la de llamar a la Policía. Uno se puede preguntar a qué tanta duda; retraso de la ITV.

–       Pero antes, dice el hombre de la casa, déjame que mire otra vez.

–       ¡Pero si ya has mirado! – replica la mujer, sabiamente.

En otra vuelta rutinaria y con poca esperanza, con gran sorpresa y en segunda fila, frente a su casa, descubre su coche, con las luces aparcamiento encendidas.

En el parabrisas, un sobre: “Siento mucho el haberle tomado el auto… mi mujer necesitaba ir a urgencias. Se lo devuelvo intacto. Le he puesto gasolina. Le dejo tres entradas para el Teatro el jueves como prenda de agradecimiento.”

Miró las tres entradas: era el musical La Bella y la Bestia, que anhelaba ver desde hacía meses.

Cuando volvieron del teatro ese jueves se encontraron la puerta de la casa forzada y toda la casa vacía. Les habían robado todo menos el inmueble.

Con cuánto resquemor se ve a vista de pájaro ese mundo gratis que nos ofrece la publicidad, es vida en la que se da todo a cambio de nada. Si uno se enfrenta a esa idea fríamente, no puede sino pensar que le están engañando por algún sitio.Por eso, pienso que es bueno hacer regalos que no se puedan devolver, ayudar sin que se pueda notar que me estoy excediendo en mis obligaciones, recibir regalos desinteresados… mirar a los ojos de quien te da algo para saber si te lo da por que te quiere o por interés. Por que si es por interés, siempre estoy a tiempo de decir: no, gracias.