Un maestro se propuso explicar un día a sus discípulos qué es importante en la vida, y qué es prescindible. Tomó en sus manos una jarra de cristal, y metió en ella varias piedras grandes, hasta que la llenó. «¿Está llena la jarra?», preguntó. «Sí», contestaron los discípulos, sin saber muy bien a dónde quería llegar el maestro.

Entonces, el maestro tomó unos perdigones y los metió en la jarra. Los perdigones se metieron entre las piedras, llenando los espacios entre ellas. «¿Está llena la jarra?», volvió a preguntar. «Claro», contestaron los alumnos. A continuación tomó un cajón de arena, y con esta fue llenando la jarra hasta que no quedó ningún hueco. «¿Y ahora, está llena?» Esta vez, todos estuvieron de acuerdo en que la jarra estaba definitivamente llena. «¿Veis?», dijo el maestro.»

Las piedras son las cosas importantes de esta vida; la familia, las propias creencias, la paz… Con las piedras basta para llenar una vida, porque son ellas las que dan cuerpo al conjunto. Sin embargo, todavía hay sitio para los perdigones. Estos son otras cosas, también importantes pero prescindibles: un trabajo que nos guste, seguridad económica, salud… Y todavía queda aún espacio para añadir arena, que es la sal de la vida: una afición, las diversiones, el ocio… Llena completamente la jarra, pero es lo más prescindible de todo.» Entonces un alumno se levantó entre todos los demás, y salió al estrado con una botella de cerveza. Tomó la jarra, y vació en ella toda la cerveza. ¡Ahora sí que estaba llena la jarra!

Cuando el profesor le preguntó porqué había hecho eso, el discípulo contestó: «Para que todos nos demos cuenta de algo importante: no importa lo llena que esté tu vida…¡siempre hay sitio para una cervecita!» Juan M