Era una lúgubre mañana de somnífero escolar, el aspecto sombrío y la actitud cabizbájica reflejaba en el rostro de los distraídos alumnos de 6ºB.

Unos cuantos intentaban sacar alguna genialidad artística, otros yacían mirando a su alrededor con aire de súplica, algunos tarareaban desanimados las canciones de moda y unos pocos intentaban adentrarse en vano a la lectura de un libro obligatorio.  

Pero era inútil, el caer y golpear de las gotas de lluvia contra la ventana despojaba cualquier intento de concentración, en la más profunda desesperación de los alumnos.

El profesor un hombre estricto y serio paseaba lentamente su mirada a través de la ventana y combatía aquel acto de monotonía con una fingida y dramática parsimonia.

Todos compartían una misma ilusión y cuando se despidieron de sus papás y mamás con perfil de héroes, calados hasta los huesos y con una mano aferrada al helado mango de un paraguas, una chispa de esperanza surcaba con audacia en sus mentes.

Un sentimiento fugaz de faltar al colegio, vivir aventuras, saltar por los charcos, o bien pasar simplemente el aburrimiento en la cálida estancia de su hogar, se les fue cruelmente arrebatado con la siniestra imagen del director y encargado de disciplina sonriéndoles con maldita hipocresía desde el umbral de la escuela.

El poderoso viento se llevó su febril deseo sin dejar rastro alguno, el golpeteo de la lluvia intentó ocultar su fervor, sin embargo no todo se había perdido, quizá con suerte mañana no habría colegio…