Un ejemplo gráfico de cómo debe ser la sinceridad.  De San Josemaría.


 

La piedra y las piedrecitas

  

Don Josemaría
realiza un intenso trabajo. 
A menudo sus tareas son duras y difíciles.
Todo
esto lo ofrece al Señor para sacar adelante la Obra que comienza. 
Mucho de su
tiempo lo dedica a los niños de barrios humildes, sin familia o abandonados por
sus padres. 
Niños sucios y con mocos en la cara, pero niños necesitados de cariño
y de formación cristiana. 
A muchos de ellos les prepara para su Primera
Comunión. 
Aunque a veces le cuesta, lo hace con gusto porque ha dicho SÍ al
Señor. 
Una tarde, como
tantas veces, llega a un barrio de Madrid para dar catequesis. 
Los niños le
conocen y le quieren. Al verlo se le acercan corriendo. 
 —¡Hola! — saluda
don Josemaría. 
 —¡Hola! ¿Nos
traes caramelos? 
 —Sí, claro.

—Dame a mí
primero. ¡No sea que se acaben! 

—Hay para todos—dice
don Josemaría sonriendo—. ¡Dos para cada uno! 
 Mientras los va
repartiendo:
 —¿Recordáis lo
que os dije la semana pasada? 
 —Sí, yo
sí—contestan algunos. 
 —¿De qué os
hablé? 
 —¡De la
confesión! 
—Muy bien. Y hoy
os voy a hablar de que hay que decir todos los pecados que uno recuerde. No se
confiesa bien quien calla un pecado mortal. 
 —Y si le da
vergüenza, ¿qué pasa? 
—Que no se le
perdonan los pecados que ha dicho y comete un nuevo pecado mortal. 
 —¿Y si se le
olvida? 
—Entonces, se
confiesa bien. 
Pero si el pecado es grave, tiene que decirlo en la próxima
confesión. 
Mirad. Os voy a explicar lo que hay que hacer. 
Imaginad que lleváis
los bolsillos llenos de piedras pequeñas, y una grande, muy pesada, cargada
sobre los hombros. Pensad, también, que vais andando desde la Puerta del Sol a
Cuatro Caminos. 
¿Qué piedra tiraríais primero al llegar? 
 —La
grande—contestan los niños riendo a carcajadas. 
 —¿Y después?

—Después, las
piedras pequeñas. 

—Pues eso debemos
hacer con los pecados—dice don Josemaría—. Primero debemos decir los mortales,
los que dan vergüenza. Los veniales salen más fácilmente. 
En ese ambiente,
duro y difícil, se mueve don Josemaría. Pero se encuentra a gusto. Los niños le
necesitan y él está a su lado. 
También ellos rezan y hacen pequeños sacrificios por la Obra.