El general Pélissier, después mariscal de Francia, estando en Argelia, se dejó llevar por un arrebato de ira y la emprendió a latigazos con uno de sus subalternos. Este, cegado por la ira, sacó la pistola y apretó el gatillo, pero el arma se encasquilló. Entonces, el general gritó: «Tres días en la celda de castigo por no tener el arma en condiciones de eficiencia».