Con la mochila al hombro, Sor Guadalupe recorrió todo el mundo escalando
cimas. Perteneció a la segunda expedición femenina al Himalaya en 1986.
Ascendió el Islanpic de 6200 metros, abriendo una nueva ruta, fue su
cota más alta. Escaló otras montañas en los Alpes, en la cordillera de¡
Atlas (Marruecos), en Ecuador; y muchos otros en España. Entre monte y
monte participó en la movida juvenil como tanta gente. En sus años de
alpinista se formó una personalidad alejada de¡ cristianismo, a pesar de
haberse criado en un entorno religioso. Aquella chica joven sentía un
vacío interior muy grande, incrementado por su capacidad de reflexión.
Esto le llevó a buscar el sentido de la vida en otra fe: cualquier
religión le habría servido. Sin embargo, su vida seguía vacía, por eso
pensó en ser cooperadora en el tercer Mundo. Acudió a diferentes ONGs,
sin poder encontrar plazas para irse a Africa. Como única solución le
quedó partir con unas monjas de la congregación de las Esclavas
Misioneras de Jesús; viajó con ellas en junio de 1991. Se observa que
Dios estaba ya detrás de su vida, ayudándole a elegir el camino
adecuado, sin que ella lo supiese. En Rukoso (Ruanda) su existencia
cambió por completo. Guadalupe había acudido a Africa para darlo todo,
lo máximo: su vida. La entrega a los demás por amor le hacía sentirse
llena. Pensaba que sus enormes manos eran todopoderosas pudiendo
transformar el mundo, sin la necesidad de ningún dios ni de ninguna fe.
Pero allí se cruzó a diario con la muerte. Y vio que sus grandes manos
eran muy pequeñas, que no servían de nada ni podían hacer nada frente a
algo tan poderoso. A esto se le unió la frase que le decían los nativos
cuando morían: «kuesere ¡mana» que significa : Reza a Dios por mí «.
Aunque ella se preguntaba a qué dios debía de rezar si ella no lo tenía.
Por eso comenzó a orar: la oración le permitía prolongar su actividad.
En este momento descubrió lo que había buscando durante tanto tiempo: el
sentido de su vida. Al llegar a Ruanda Sor Guadalupe inició una
relación de cariño mutuo con una niña huérfana llamada Lumana. No
hablaban el mismo idioma pero ambas se comunicaban con el lenguaje del
Amor. La niña murió y ella se preguntaba dónde estaba Dios. También le
pedía reclamaciones de por qué había creado a un ser para que toda su
vida fuese sufrimiento. No tenía sentido. Entoncés descubrió que Lumana
había sido creada para llevarle a ella a Dios y que ese era el sentido
de su existencia. En 1991 tomó la decisión de ser religiosa, en 1993
profesó los votos temporales y cinco años después los definitivos
entrando en la congregación navarra de las Esclavas Misioneras de Jesús,
Esta orden estaba compuesta entonces por solo cinco religiosas.