¿LOS REYES MAGOS EXISTEN?

Existen los Reyes Magos

¿Existen los Reyes Magos?

Apenas había llegado su padre a casa y se disponía a sentarse para escucharla como todos los días acerca de lo que su hija le contaba de sus actividades escolares, cuando ésta en voz algo queda, como con un cierto miedo, le dijo:

-¿Papá?

-Si, hija, cuéntame.

-Oye, quiero…que me digas la verdad.

-Claro, hija. Siempre te la digo, respondió el padre un poco sorprendido.

-Es que… titubeó Macarena.

-Dime, hija, dime.

-Papá, ¿existen los Reyes Magos?

El padre de Macarena se quedó mudo, tragó saliva, miró a su mujer interrogante, intentando descubrir el origen de aquella pregunta, pero sólo pudo ver un rostro perplejo y tan sorprendido como el suyo que le miraba igualmente.

-Mis compañeras dicen que son los padres ¿Es verdad?

La nueva pregunta de Macarena le obligó a volver la mirada hacia la niña y volviendo a tragar saliva le dijo:

-¿Y tú que crees, hija?

-Yo no sé, papá: que sí y que no. Por un lado me parece que sí que existen porque tú no me engañas; pero…como las niñas dicen eso.

-Mira, hija, efectivamente son los padres los que ponen los regalos pero…

Continúa el cuento…

-¿Entonces es verdad? -cortó la niña con los ojos tristes y humedecidos- ¿Me habéis engañado!

-No, mira, nunca te hemos engañado porque los Reyes Magos sí que existen. Respondió el padre cogiendo con sus dos manos la cara de Macarena.

-Entonces no lo entiendo papá.

-Siéntate, cariño, y escucha esta historia que te voy a contar porque ya ha llegado la hora de que puedas comprenderla. Dijo el padre, mientras señalaba con la mano el asiento a su lado.

Cristina se sentó entre sus padres ansiosa de escuchar cualquier cosa que la sacase de su duda, y su padre se dispuso a narrar lo que para él debió de ser la verdadera historia de los Reyes Magos:

-Cuando el Niño Dios nació, tres Reyes que venían de Oriente guiados por una gran estrella se acercaron al Portal de Belén para adorarle. Le llevaron regalos en prueba de amor y respeto, y el Niño se puso tan contento y parecía tan feliz que el más anciano de los Reyes, Melchor, dijo:

-¿Es maravilloso ver tan feliz a un niño! Deberíamos llevar regalos a todos los niños del mundo y ver lo felices que serían.

-¿Oh, sí! -exclamó Gaspar-. Es una buena idea, pero es muy difícil de hacer. No seremos capaces de poder llevar regalos a tantos millones de niños como hay en el mundo. Baltasar, el tercero de los Reyes, que estaba escuchando a sus dos compañeros con cara de alegría, comentó:

-Es verdad que sería fantástico, pero Gaspar tiene razón y, aunque somos magos, ya somos ancianos y nos resultaría muy difícil poder recorrer el mundo entero entregando regalos a todos los niños. Pero sería tan bonito…

Los tres Reyes se pusieron muy tristes al pensar que no podrían realizar su deseo. Y el Niño Jesús, que desde su pobre cunita parecía escucharles muy atento y divertido, sonrió y la voz de Dios se escuchó en el Portal:

-Sois muy buenos, queridos Reyes, y os agradezco vuestros regalos. Voy a ayudaros a realizar vuestro hermoso deseo. Decidme: ¿Qué necesitáis para poder llevar regalos a todos los niños?

-¿Oh, Señor! dijeron los tres Reyes postrándose de rodillas. Necesitaríamos millones y millones de pajes, casi uno para cada niño que pudieran llevar al mismo tiempo a cada casa nuestros regalos, pero no podemos tener tantos pajes, no existen tantos.

-No os preocupéis por eso -dijo Dios-. Yo os voy a dar, no uno sino dos pajes para cada niño que hay en el mundo.

-¿Sería fantástico! Pero, ¿cómo es posible? Dijeron a la vez los tres Reyes con cara de sorpresa y admiración.

-Decidme, ¿no es verdad que los pajes que os gustaría tener deben querer mucho a los niños? Preguntó Dios.

-Sí, claro, eso es fundamental Asintieron los tres Reyes.

-Y, ¿verdad que esos pajes deberían conocer muy bien los deseos de los niños?

-Sí, sí. Eso es lo que exigiríamos a un paje. Respondieron cada vez más entusiasmados los Reyes.

-Pues decidme, queridos Reyes: ¿hay alguien que quiera más a los niños y los conozca mejor que sus propios padres?

Los tres Reyes se miraron asintiendo y empezando a comprender lo que Dios estaba planeando, cuando la voz de nuevo se volvió a oír:

-Puesto que así lo habéis querido y para que en nombre de los Tres Reyes de Oriente todos los niños del mundo reciban algunos regalos, YO, ordeno que en Navidad, conmemorando estos momentos, todos los padres se conviertan en vuestros pajes, y que en vuestro nombre, y de vuestra parte regalen a sus hijos los regalos que de-seen. También ordeno que, mientras los niños sean pequeños, la entrega de regalos se haga como si la hicieran los propios Reyes Magos. Pero cuando los niños sean suficientemente mayores para entender esto, los padres les contarán esta historia y a partir de entonces, en todas las Navidades, los niños harán también regalos a sus padres en prueba de cariño. Y, alre-dedor del Belén, recordarán que gracias a los Tres Reyes Magos todos son más fe-lices.

Cuando el padre de Macarena hubo terminado de contar esta historia, la niña se levantó y dando un beso a sus padres, dijo:

-Ahora sí que lo entiendo todo papá. Y estoy muy contenta de saber que me queréis y que no me habéis engañado.

Y corriendo, se dirigió a su cuarto, regresando con su hucha en la mano mientras decía:

-No sé si tendré bastante para compraros algún regalo, pero para el año que viene ya guardaré más dinero.

Y todos se abrazaron mientras, a buen seguro, desde el Cielo, tres Reyes Magos contemplaban la escena tremendamente satisfechos y visiblemente emocionados.

DR. LUIS SÁNCHEZ DE MOVELLÁN DE LA RIVA/ Publicado en el Diario Montañes