Cuando un/a chico/a de catorce años toma una decisión que le ata para toda la vida la sociedad se echa a temblar. En cambio otras decisiones (la marcha atrás, con todas sus consecuencias) son servidas en bandeja de plata: sexo, drogas y alcohol.

Ofrecemos hoy una anécdota real sobre el chico homicida más joven (todavía) de la historia… 

Haz de los niños hombres y evita delincuentes
Por Francisco Pérez Abellán

En España, el asesino más joven que conocemos actuó en Elche por primera vez cuando tenía catorce años. Fue descubierto y detenido. El tipo de crimen que cometió era sexual y produjo una muerte premeditada, alevosa y horrible.
La víctima fue una joven de su misma edad. Después de ese acto de violencia no ha habido crímenes parecidos, aunque los chicos de catorce años se han visto envueltos en atracos, robos y homicidios. Los catorce años son el comienzo de la edad penal para la jurisprudencia española. En mi opinión debería rebajarse para hacer una tarea de prevención y procurar que los asesinos españoles no sigan un imparable descenso hasta llegar a las cotas de otros países europeos como Inglaterra, donde se encuentran asesinos de diez años.
Un ser humano de esas características está todavía por fraguar y, desde luego, no es responsable de sus actos. Por el contrario el entorno: familia, amigo, colegio, vecinos, es terriblemente importante y decisivo en lo que hace. Hemos contado aquí que en España se ha dado un curioso proceso de marcha atrás de los políticos que antes se sentían aludidos en asuntos de seguridad. Desde aquellos tiempos en los que Porcioles, alcalde de Barcelona, se arremangó para buscar a los niños que hacía desaparecer por las esquinas la vampira Enriqueta Martí.
Sin embargo, hoy, cuando la delincuencia se hace más dura a medida que queda en manos de gente más joven, los políticos electos parecen renunciar a su responsabilidad. Y miren, la seguridad empieza en los alcaldes; el concejal de seguridad y el alcalde. Los americanos lo tienen tan claro, que suelen ser a la vez los mismos jefes de la policía; no de la policía municipal o de la guardia urbana, sino de la policía judicial única.
En Barcelona, un chico de catorce años se ha visto envuelto en un homicidio de bandas latinas. Según la investigación incluso podría tratarse de una rama de los Latin’s King, o reyes latinos, que algunos remilgados de Cataluña han querido convertir en asociación cultural en el auge de la confusión semiótica.A los chicos de catorce años, la sociedad española les niega la asunción de responsabilidades y les impide crecer, especialmente mediante la aplicación de baremos que sirvieron para otros tiempos pero que han quedado obsoletos. Si en la época de la primera república pudo haber chicos de catorce años que debieran ir con pantalón corto otras dos primaveras, en los inicios del siglo XXI esos chicos reclaman cosas que les pertenecen: pueden conducir, pueden ayudar en casa, pueden formarse en el extranjero, y si por desgracia deciden pasarse a las bandas mafiosas, en seguida les dan las llaves del BMW.
En México tienen un sicario de 14 años al que su banda encargaba torturar, castrar, mutilar y decapitar a sus víctimas. Los militares perseguían a Edgar pensando que sólo tenía doce años. Al encontrarlo formaba parte del cartel de Pacifico Sur. La leyenda explica que en internet se pueden encontrar fotos suyas en las que aparece degollando a una víctima, o de fanfarrón con pistolas cruzadas y ayudantes que sostienen los temibles fusiles AK-47 y la cara cubierta por pasamontañas.
Un joven de catorce años es ya un hombrecito; tiene menos de niño que de hombre. Eso lo saben bien las viudas, que al quedarse sin marido tienen que entregar el papel de hombre de la casa a los chicuelos de esa edad. ¡Y hay que ver cómo cumplen!Los delincuentes de catorce años empiezan a fraguarse cuando tienen once. Obedientes a la voz de mando, cortan el cuello a sus víctimas. 
Son a veces niños delgados, que visten sudadera y llevan las manos en los bolsillos. Hay una buena reata en México, Distrito Federal. Los persigue el ejército: niños sin padre obligados a matar para subsistir por unos dólares; a miles de kilómetros viven sus padres y no pueden siquiera dejar de llorar. En España, por el contrario, los delincuentes de catorce años tienen mejores perspectivas.
Extraído de aquí