Un hombre auténtico

Muchos famosos, listos e importantes, dicen cosas solemnes que no duran una semana en la memoria de la humanidad.

Es bueno conocer que El tal Esopo nació en Amerium, una localidad cercana a Frigia (Asia Menor), sobre el año 620 A. C. y que dijo cosas con tanto sentido y tan bien que las recordamos hoy.   

No reconocerlo es ser VULGAR: esto es la actitud de estar al lado de algo grande y no darse cuenta.  

Pero lo que hace a un hombre grande NO ES LO QUE DICE (ni cómo lo dice). Ni sólo cómo vive, sino fundamentalmente cómo muere, por que la muerte es el sello de una vida bien vivida.

Ofrecemos a continuación la anécdota de la vida real de la muerte de Esopo.

Se cuenta que Esopo fue esclavo de un tal Jadmón o Janto de Samos, que le dio la libertad.

Debido a su gran reputación por su talento para el apólogo, Creso le llamó a su corte, le colmó de favores y le envió después a consultar al oráculo de Delfos, a ofrecer sacrificios en su nombre, y a distribuir recompensas entre los habitantes de aquella ciudad.

Irritado por los fraudes y la codicia de aquel pueblo de sacerdotes, Esopo les dirigió sus sarcasmos y, limitándose a ofrecer a los dioses los sacrificios mandados por Creso, devolvió a este príncipe las riquezas destinadas a los habitantes de Delfos.

Éstos, para vengarse, escondieron entre los equipajes de Esopo una copa de oro consagrada a Apolo, le acusaron de robo sacrílego y le precipitaron desde lo alto de la roca Hiampa.

Posteriormente se arrepintieron, y ofrecieron satisfacciones y una indemnización a los descendientes de Esopo que se presentaran a exigirla; el que acudió fue un rico comerciante de Samos llamado Jadmon, descendiente de aquel a quien Esopo perteneciera cuando fue esclavo.

Fuente(s): LR