En ocasiones nos encontramos con gente que no aprecia lo que ve o bien por falta de sensibilidad o -como decía aquel- por falta de ignorancia.

Los superficiales, los frívolos, los vulgares son incapaces de percibir ciertas harmonías, cierta belleza, cierto gusto ante un alimento especial… He aprendido que la VULGARIDAD consiste en HALLARSE JUNTO A ALGO GRANDE (bello, importante, santo…) Y NO DARSE CUENTA…

Para apreciarlo una vez más a modo de alegoría ofrecemos el cuento corto titulado OÍDOS SUCIOS… En el que se aprecia una actitud heroica y otra vulgar.

Kyoyu era un hombre recto que vivía muy sencillamente y era apreciado por todos. Por eso, cierta vez, el Emperador le dijo: 
— Eres un gran hombre, de modo que te voy a legar mi imperio. Supongo que lo aceptarás. 
Pero Kyoyu en vez de alegrarse, se enojó mucho y dijo: 
— ¡Tus palabras han ensuciado mis oídos! —Y se fue a un río cercano y se lavó las orejas a conciencia. 
A todo esto, pasó un labriego amigo suyo que conducía una vaca y, al verlo, le preguntó: 
— ¿Qué estás haciendo, Kyoyu? ¿Por qué te lavas las orejas con tanto cuidado? 
— ¡Calla, calla! Hoy no es mi día. El emperador quería hacerme su heredero. ¡Me quería dejar el Imperio! Mi oídos se han ensuciado con tales proposiciones y por eso me los estoy lavando.
— ¡Vaya! –dijo el labriego-. Y yo que había traído mi vaca al río para que bebiera, ¡ahora resulta que el agua está sucia!Cuento de la tradición budista zen.