La historia está llena de impaciencias, de decisiones tomadas desde una asunción falsa.
La Iglesia católica es un caballo que va despacio. Muy despacio.
Pero las decisiones que toma, siempre prudentes y meditadas son sabias, con una sabiduría de siglos. Nunca son precipitadas.
Entre los criterios para tomar esas decisiones está el conocer el final mismo de los acontecimientos. No asumir lo que parece que va a suceder. Ese es el caso de Fray Luis de Granada, que tenía fama de santidad, pero en el proceso de canonización (para hacerle santo) estaba previsto abrir el féretro. Al abrirlo lo encontraron arañado por dentro. Había sido un caso de CATALEPSIA y el enterrado, después de intentar salir, había dejado arañazos hasta que se asfixió. Y la Iglesia cerró el caso después de esta comprobación: al ver los indicios no podían asegurar que el hombre muriera en paz; quizás murió desesperado.
Por otra parte se critica sin motivo a la Iglesia como si esta fuera una ONG para ayudar a los pobres. La Iglesia tiene otras misiones y la historia siguiente es un ejemplo singular de paralelismo.
Ofrecemos a continuación un caso parecido, el fotógrafo que recibió el Pullitzer por una foto de un niño y un buitre…

 Nunca supimos su nombre. Ahora sabemos porqué…
Kong Nyong, el niño que sobrevivió al buitre 
¿Por qué la camisa del miliciano de Capa luce tan inmaculada en el momento de recibir un disparo mortal? ¿Estuvieron alguna vez enamorados el chico y la chica que retrató Doisneau frente al Hotel de Ville de París? ¿Cómo se llama aquel hombre que detuvo el avance de una columna de blindados en Tiananmen?Todos los grandes iconos fotográficos cargan con su ración de mitología. Pero hay otros en los que la mitología ha virado hacia la leyenda negra
.¿Por qué Kevin Carter no ayudó a la niña a escapar del buitre?
No es fácil imponerse a las leyendas, y más cuando estas tienen el color negro de la muerte. 

El fotógrafo sudafricano Kevin Carter visitó en avioneta la aldea sudanesa de Ayod en 1993 para denunciar la hambruna y la guerra que sufría el país.
Antes de irse, vio a un bebé desnutrido tendido en la arena justo en el mismo plano que un buitre, dos símbolos poderosos que representaban la mejor metáfora de lo que sucedía en aquel lugar en aquel instante, una de las catástrofes humanitarias más importantes del siglo XX.

Carter dejó Ayod sabiendo que había conseguido una gran fotografía y así fue.

 ‘The New York Times’ la publicó días después con un efecto que él desconocía. 
La opinión pública se volvió contra él por no haber hecho nada para salvar a la criatura de las garras de ese buitre amenazante, llegando a acusarle de ser el auténtico carroñero de la foto. Un año después, en 1994, ganó el Pulitzer y se suicidó.
Nadie vio morir a aquel bebé y es la propia imagen la que desmiente ese destino trágico, al menos en parte, ya que la criatura de la foto lleva en su mano derecha una pulsera de plástico de la estación de comida de la ONU, instalada en aquel lugar.
 Si se observa la foto en alta resolución, puede leerse, escrito en rotulador azul, el código «T3».
A Carter se le criticó por no ayudar al bebé y el mundo le dio por muerto a pesar de que el propio Carter no lo vio morir, sólo disparó la foto y se fue minutos después. La realidad es que ya estaba registrado en la central de comida, en la que atendían enfermeros franceses de la ONG Médicos del Mundo.

Florence Mourin coordinaba los trabajos en aquel dispensario improvisado: «Se usaban dos letras: «T», para la malnutrición severa y «S», para los que sólo necesitaban alimentación suplementaria. El número indica el orden de llegada al feed center». Es decir, que Kong tenía malnutrición severa, fue el tercero en llegar al centro, se recuperó,sobrevivió a la hambruna, al buitre y a los peores presagios de los lectores occidentales.

Con esa premisa, y la posibilidad de que la criatura siguiera viva a pesar de la hambruna y la guerra, Crónica ha viajado a Ayod 18 años después para reconstruir la historia de aquella fotografía.

Después de varias reuniones con decenas de habitantes de la aldea, una mujer que repartía comida en aquel lugar hace 18 años llamada Mary Nyaluak dio la primera pista sobre el paradero de la misteriosa criatura. «Es un niño y no una niña. Se llama Kong Nyong, y vive fuera de la aldea».
Dos días después, aquella pista llevaría hasta la familia del pequeño, cuyo padre identificó al pequeño y confirmó que se recuperó de aquella hambruna pero que murió hace cuatro años de «fiebres».

Autores Alberto Rojas | L. Núñez Villaveirán
Extraído de aquí. Donde se ofrece también un vídeo explicativo.