La Iglesia es el refugio de los pobres. Don Gil me contaba una anécdota de cuando estuvo de párroco en Paterna:

– Había, como en todos los pueblos y ciudades, un tonto. Encontraba cariño y compañía en la iglesia del pueblo. Todos los años había procesiones. El tonto del pueblo siempre quería ir al lado del cura. 
Don Gil, de intento, le decía: ve un rato con el alcalde y otro conmigo.
Pero el tonto, que no lo era tanto siempre iba con el cura.