Jose, el gitano guitarrista del instituto, recibió una invitación para opinar en un programa de televisión.

El programa versaba sobre conversos, esto es personas que viviendo lejanas de Dios habían dado un giro total a sus vidas…
Varios de los contertulios salieron emocionados: una madre de sólo 16 años, un hijo del «botellón», una saharahui nacida en campo de refugiados…
Al preguntarle qué tal el programa, si le había gustado, nuestro Jose me comentó:
– Seguro que les he dejado flipados…
Unas palabrillas sobre humildad siguen a esta anti-anécdota de humildad…

Lo primero que hay que decir sobre la humildad es que no se trata de apocamiento, o, como diría Clive Lewis, no se tata de hombres inteligentes intentando creer que son tontos y mujeres bellas haciendo ímprobos esfuerzos por creerse feas. La humildad -Santa Teresa dixit- es la verdad. Un hombre no es soberbio por el hecho de considerarse el mejor de su círculo social (si en verdad lo es). Es más, puede ser un gran humilde si está convencido de su superioridad y, a renglón seguido, deja de pensar en ello.