El buen
humor de un hijo de Dios

 

“Has de procurar que, donde estés, haya ese «buen humor» -esa
alegría-, que es fruto de la vida interior”.
[i] 

El buen humor es estabilidad en el estado de ánimo,
es saber recibir los acontecimientos sin “tragedias”, desdramatizando,
colocando las personas y las cosas en su sitio y, además, sin que falte una
pizca de ironía sana, de saber reírse de uno mismo, sin darse demasiada
importancia.

 El buen humor no es algo
meramente temperamental. No es un modo de ser más o menos simpático. Es virtud
-hija de virtudes- que hace muy atractiva a la persona que lo posee:
  “No alcanzaremos jamás la auténtica alegría
sobrenatural y humana, el «verdadero» buen humor, si no imitamos
«de verdad» a Jesús; si no somos, como Él, humildes”.
[ii]

Para Josemaría, desde niño, era una actitud
permanente, que fue ganando en “solera” con los años

La alegría y el buen humor de Josemaría Escrivá,
eran proverbiales. Él los consideraba como manifestaciones de que somos hijos
de Dios. Por eso no le costaba ningún trabajo hacer un comentario jocoso y
divertido de cualquier circunstancia que quizá, en otra persona, hubiera sido
motivo para la tristeza, el enfado o la queja amarga.

 

 Reírse de su sombra  

 Como es conocido, tuvo una diabetes “mellitus” muy intensa, con altas cifras de glucosa en sangre. No solía hacer referencia a las graves molestias que le causaba esta enfermedad; en cambio, no perdía oportunidad para tomársela a chacota y, haciendo referencia a las denominaciones que algunos santos tienen -Doctor Angélicus, Doctor Seráphicus, Doctor Subtilis, etc.- decía que, si a él lo llevaban a los altares, tendrían que llamarle «Pater Dulcíssimus». [iii]

[i] Josemaría Escrivá de Balaguer, Forja, Rialp, Madrid (1998), n. 151 (volumen que incluye la trilogía, Camino, Surco y Forja)
[ii] Forja, n. 590
[iii] Vázquez de Prada, Rialp, Madrid (1983), El Fundador del Opus Dei, pg. 277 (El Fundador)