Estupor me causó este comentario de mi hermano: esa casa tiene energías negativas…

Estamos rodeados de supersticiones. 
Pero hay que aprender a diferenciar entre Superstición y Religión.
De acuerdo con la Wikipedia, Superstición es una creencia de que los individuos pueden alterar el destino o la suerte propia, o de la de otras personas. Esta definición está en la mayor parte de las cabezas. Pero es muy imprecisa. 
Dice el diccionario: Superstición: . Creencia extraña a la fe religiosa y contraria a la razón. 

2. Fe desmedida o valoración excesiva respecto de una cosa o a una práctica. Así se puede hablar de superstición de la ciencia cuando se apela irracionalmente a esta para defender una posición.

La Iglesia Católica, que tiene mucho que decir en este tema se expresa en su Catecismo: conviene leerlo aquí: Catecismo de la Iglesia Católica: superstición.

Sugerimos para conocer más sobre la fe y los milagros leer esta breve página de ideasrapidas.org.
Ahora ofrecemos unos ejemplos gráficos de supersticiones, que ilustran como anécdotas…

MARTES 13

Si el número 13 por sí solo es considera de mal agüero es aún más fatídico si conincide en el calendario con el martes, según la tradición española, o con el viernes en el equivalente anglosajón.
El origen de la maldad atribuida al martes se debe a su asociación con el dio Marte, dios de la guerra que implica la muerte. 
La consideración del martes
como día fatídico ha dado origen a varios refranes: 
* El martes, ni te casas ni en embarques. 
* El martes ni gallina eches, ni hija cases. 
* El martes ni hijo cases, ni cochino mates. 
* En martes ni tela urdas, ni hija casas, ni las lleves a confesar porque no
dirán la verdad. 
* El martes ni tu casa mudes, ni tu hija cases, ni tu ropa tajes. 
Al parecer cortarse las uñas en el aciago martes saldrán padrastros.
Los hijos nacidos en martes serán desgraciados, tendrán una vida corta y su ideal será la guerra.
La tradición anglosajona considera el viernes como día de mal fario por ser el día en que Cristo fue crucificado. La unión del viernes y el trece se ha popularizado en España como consecuencia de la serie de películas «Viernes 13» («Friday the 13th»).
En la tradición anglosajona del viernes, correspondiente a nuestro martes, da mala suerte cortarse las uñas y el pelo durante ese día.

EL MAL DE OJO
 
El mal de ojo

Se suponía que algunas personas, brujas y hechiceras, especialmente si gozaban de alguna característica especial en los ojos, tenían el poder de causar enfermedades y desgracias con su mirada. se decía que los niños eran más propensos que los adultos a ser víctimas del mal de ojo. Es curioso citar aquí el famoso proceso de las brujas de Salem en el cual una de las procesadas, laseñora Bishop, fue acusada de mirar de tal modo a las muchachas del lugar que se desplomaban inmediatamente. Existen diversos remedios contra el mal de ojo: uno de ellos es el conocido gesto que se hace con el puño cerrado, sacando el dedo pulgar entre el índice y el corazón, diciendo al mismo tiempo:»taf tafio anaquendavit».

 La otra receta es escribir con azafrán, alcanfor y lágrimas del enfermo la palabra ABAYA en una escudilla de madera; se echa agua rosada en la escudilla y se da de beber al paciente víctima del mal de ojo.
Así mismo hay multitud de remedios y amuletos que protegen del mal de ojo, como el ajo, los objetos de oro y plata, los pedazos de cuerno y las herraduras.
Los ojos y otras supersticiones Antiguamente, las comadronas tenían la costumbre de lavar los ojos de los recién nacidos con agua en la que se había puesto a remojo, después de secarla al Sol, la placenta materna.
La costumbre de cerrar los ojos de los muertos procede de la creencia de que si a un difunto le quedan abiertos los ojos pronto le seguirá un familiar o conocido.
 SUPERSTICIÓN DEL PARAGUAS
 Nunca ha de abrirse un paraguas en el interior de la casa, ni siquiera en un recinto cerrado y tampoco en el vestíbulo o porche de cualquier lugar. Contravenir este precepto da rienda suelta a un mal que, en ocasiones, puede desencadenar la muerte. Esta superstición es relativamente reciente, puesto que los paraguas, como tales, no fueron introducidos en Europa hasta el siglo XVII.
 Su simbología procede, no obstante de los parasoles orientales, símbolos de la realeza que dimana de la divinidad, y del palio. Desde ese ángulo, se interpretaba que usurpar la condición divina por medio del uso del paraguas o la sombrilla e interrumpir el itinerario del reino de la luz (el sol) contribuía a desairar a los dioses y sólo se permitía que, excepcionalmente, sustituyera al recinto personal de cobijo y protección (la casa) en las salidas al exterior.
Así, el abrir el paraguas en casa constituye una doble provocación: por un lado, a la dignidad de los dioses, y por otro, al libre curso del reino de la luz.
 Otra interpretación más racionalista pretende que esta superstición fue creada de forma artificial, en los orígenes de la implantación del paraguas en Europa, con el fin de evitar los posibles accidentes que los primeros y desprevenidos usuarios del armatoste provocaban al intentar abrir las primeras varillas, que eran metálicas.
No obstante la simbología oriental que establece una vinculación del paraguas (artefacto moderno) con las fuerzas, maléficas y benéficas, de la naturaleza persiste en nuestro país y, en esa línea el que abre un paraguas en día soleado ha de ser consciente de que está invocando, cual anónimo chamán, la lluvia.
Si el paraguas se nos cae, anuncia una decepción en el plano amoroso o de los negocios. En este caso, ha de ser siempre otra persona la que lo recoja del suelo para, de este modo, evitar el riesgo.
Si un paraguas abierto se usa de ventilador, girándolo y girándolo, espanta la suerte y si, impulsado por el viento, se vuelve hacia atrás, también. 
No se puede colocar un paraguas sobre la cama y tampoco sobre una mesa, aunque si alguien se le olvida en algún lugar extraño, es signo de que el destino le tiene reservada alguna sorpresa agradable.
SUPERSTICIÓN DE LA SAL 
La sal es un elemento de la tierra, un compuesto de sodio que desde la antigüedad se ha considerado protectora frente a los maleficio y portadora de buena suerte. Puede que esta superstición esté relacionada con la importancia de la sal como conservante de alimentos (salazón…) Además la sal simboliza la alianza del hombre con la divinidad. Este último aspecto queda destacado en la Biblia (Lev. 2, 13). 
Se cree que cuando hay sal en una casa siempre habrá dinero y si se echaba sal en los rincones de las cuadras el día primero de abril se evitaban las enfermedades del ganado.
Como amuleto la sal se utilizaba en rituales dibujando un círculo de sal alrededor de aquel que deseaba protegerse contra el diablo. Este círculo era llamado «círculo mágico».
Para contrarrestar el mal de ojo se bañaban en agua con sal las plantas de los pies y las palmas de la mano tres veces, se bebía tres sorbos del agua salda y después se echaba al fuego lo que quedaba de dicha agua.
Hay sin embargo un remedio para conjurar la mala suerte: echar una pizca de sal por encima del hombro izquierdo, porque de este modo se ciega al diablo y a los malos espíritus, o tirar agua por la ventana. 
Era costumbre echar sal al fuego cuando entraba en casa una persona sospechosa de dedicarse a la hechicería. También se evitaban las visitas de alguien indeseable echando sal donde había estado, recogiéndola y quemándola después. Otro remedio utilizado era echar sal en el umbral después de su partida.
Se creía que poniendo un plato con sal debajo de la cama de un enfermo ésta absorbía el mal y protegía contra la enfermedad.
Para evitar que un niño sin bautizar fuera objeto de hechicerías se ataba a sus ropas un saquito con un poco de sal cuando se le ponía a dormir en su cuna. 
Es de mal agüero derramar de forma involuntaria la sal o que se caiga un salero: el responsable de ese fatal descuido verterá tantas lágrimas como granos de sal se hayan desperdigado.
 Pretenden algunos que esta creencia procede de la Última Cena, en la que Cristo cometió tal torpeza.
El refranero nos lo dice: «Derramar el vino es buena señal, pero no la sal»; «Si se vierte el salero, faltará la razón, pero no el agüero»; «Verterse el vino es buen sino, derramarse la sal, mala señal».
Quién pisa la sal derramada tendrá disgustos y si se trata de alguien que va a casarse pronto, no cumplirá este propósito. Aquel que persiga quebrantar la felicidad de unos recién casados le basta con echar sal en el lecho nupcial.
ROMPER UN ESPEJO
Romper un espejo da mala suerte. Esta creencia es común en todo Occidente cristiano, se sitúa entre las supersticiones más citadas y proviene para algunos del uso adivinatorio del espejo. En las sesiones de craptomancia de los antiguos griegos, la rotura del espejo anunciaba la muerte. Es probable, sin embargo que esta superstición obedezca a la idea de que la imagen reflejada en el espejo es el doble o el alma de quien los utiliza y que, en consecuencia, romperlo equivale a poner su vida en peligro.
Los factores económicos son también para algunos, el objeto de esta superstición. Los primeros espejos se
fabrican en Venecia durante el siglo XV y estaban recubiertos por una lámina de plata. Eran muy caros, y las señoras para evitar que se rompieran, advertían a los criados que un espejo roto equivalía a siete años de mala suerte. Sin embargo, el sentido común popular aconseja en el refranero: Un espejo roto no admite más remedio que comprar otro. El mal agüero del espejo roto es que hay que comprar otro. Tampoco desaprovecha la ocasión el refranero para criticar a las mujeres que pierden el tiempo ante el espejo: Si mejorada tu casa quieres ver, rómpele el espejo a tu mujer.
El arte de la adivinación por medio del espejo se llama catoptromancia y se realiza mediante una persona que se mira fijamente hasta quedar hipnotizada, momento en el cual se le hacen todo tipo de preguntas. Originario de Persia es uno de los sistemas de adivinación más antiguos.


En Grecia, durante el siglo VI antes de Cristo, se llevaba a cabo con espejos de metal brillante, como el cobre, bronce, plata y oro. En la Edad Media y en la época moderna, se recurría a la ayuda de un niño o de una muchacha virgen, a quienes se le vendaban los ojos y se le colocaba delante o detrás, un espejo.
Pese a que estas prácticas adivinatorias fueron perseguidas por la Iglesia, las crónicas nos hablan de muchos reyes o príncipes que siguieron recurriendo a este método. Entre otros se cita al rey Enrique VII de Inglaterra o a Catalina de Médicis. En 1326, el papa Juan XXII amenazó con la excomunión a los que practicaban la catoptromancia, pues era una creencia muy extendida que los demonios encontraban a veces refugio en los espejos.
Durante el siglo pasado, en muchos pueblos se recurría a este método para desenmascarar al culpable de un robo, encontrar objetos perdidos y otros asuntos semejantes. El espejo corriente se sustituyó por el espejo consagrado, que se entronizaba en una altar y recibía bendiciones y oraciones y también por la bola de cristal, que en muchos casos se impuso sobre aquél.
EXTRAÍDO DE Las Supersticiones más conocidas