Amor a
la libertad

 

Algunos piensan que la “libertad” es un logro de
las ideologías llamadas “progresistas”, y creen que los que tienen una fe
profunda y vivida mirarán con recelo esta condición humana. Otros, no saben
distinguir “libertad” de “libertinaje”, de abuso de la libertad, de mal uso de
ella. Pero si es verdad que sin
libertad no habría pecado, más cierto aún es que sin libertad no habría amor:
el amor no se puede forzar contra el libre albedrío, sería falso.

Josemaría Escrivá
tenía un gran amor a la libertad personal, propia y ajena, y la unía siempre al
contrapeso de la responsabilidad: el que no quiere ser responsable de sus
actos, no ama de verdad la libertad.

Decía a sus hijos
del Opus Dei: “Os dejo en herencia, en
lo humano, el amor a la libertad”.
Y, a los Directores de los Centros de la
Obra: “En la duda, estad por la libertad
y no os equivocaréis”.

“Soy
amigo de la libertad
-aclaraba-
porque es un don de Dios, porque es un
derecho de la persona humana, porque, con libertad y responsabilidad personal,
se hubieran evitado la mayor parte de los crímenes del mundo”. [i]

 

Liberal… ¡de los buenos! En 1972 tuvo que ir al oculista y un fiel de la Prelatura le llevó al Dr. Michelis que, después de atenderle convenientemente, no le quería cobrar. San Josemaría le argumentó los motivos por los cuales debía recibir los honorarios (razones de justicia, de evitar privilegios, de no causar perjuicios al personal de la consulta, de que si no pagaba no podría exigir un buen trabajo,…) y añadió: “porque me quitas la libertad de volver cuando lo necesite, ya que en conciencia no te puedo privar de lo que te corresponde económicamente”.[ii]Para defender el espíritu secular del Opus Dei, cuando la Obra fue aprobada temporalmente como Instituto Secular, al ver que algunos equiparaban estas instituciones a los religiosos, se presentó en la Secretaría de Estado de la Santa Sede y, con fortaleza heroica, comunicó: «ninguna autoridad puede hacerme religioso en contra de mi voluntad -de la voluntad de Dios-, como no me pueden obligar a casarme».[iii] 

[i] El Fundador, pg. 291
[ii] Postulador, n. 787
[iii] Idem, n. 794