Protágoras era un filósofo que pensaba que las cosas eran VERDAD TANTO EN CUANTO ME PARECIERAN VERDAD (RELATIVISMO)

Pero a la hora de poner precio a sus clases bien que concretaba.
He aquí la anécdota:
También se lo tenía por iniciador de la práctica de recibir honorarios a cambio de enseñanzas, siendo estos particularmente elevados. 
Según Platón, Protágoras habría ganado en su comercio educativo más dinero que todo el reunido por «Fidias y otros diez escultores más.» 
Refiere, también Platón, el criterio usado por el sofista para recibir el pago de honorarios; hace decir a Protágoras: 

«Cuando [un discípulo] ha aprendido conmigo, si quiere me entrega el dinero que yo estipulo, y si no, se presenta en un templo, y, después de jurar que cree que las enseñanzas valen tanto, allí lo deposita.»
Era famosa en la antigüedad una anécdota acerca de un pacto de honorarios entre Protágoras y un discípulo suyo, llamado Evatlo. 
Habían acordado el pago sólo para el evento de que el aprendiz llegara a ganar un juicio haciendo uso de las adquiridas dotes retóricas.
 Evatlo, como no ganaba caso alguno, se negaba a pagar. Entonces, Protágoras lo llevó a juicio, diciéndole: «Si yo gano, es preciso que por haber ganado me entregues los honorarios; si tú ganas, por haberse cumplido la condición, también deberías pagarme.» 
A esto se le conoce como paradoja de Protágoras.

La verdad bajo sospecha 

El nihilismo actual llega a su culminación al
intentar convertir la ausencia de todo bien y de toda verdad en condición
necesaria para el ejercicio de la libertad.

Toda dignidad que no sea verdadera es indigna del hombre.

El relativismo hace acto de presencia en la
sociedad.

 Cuando no se cree que haya acciones en sí mismas injustas y malas,
cuando se afirma que es sólo nuestro modo de usarlas el que da su sentido a las
calificaciones morales, cuando se mantiene que sólo es justo y bueno lo que
llamamos «justo» y «bueno», ya no cabe conversación
racional alguna. 
En el contexto del comportamiento humano, la
acción de conocer es un cierto fin en sí misma. Cultivar la propia mente es
cultivar la propia vida. 
Una vida culta es una vida lograda.
 La única manera que tenemos de redimir el tiempo
es conocer. 
Este es el valor, en cierto manera sobrehumano de la teoría, que
nos saca de las coordenadas espacio-temporales y alcanza una cierta infinitud,
gracias a la cual Aristóteles puede decir que el alma es en cierto modo todas
las cosas. 
Decían algunos clásicos que sabios son aquellos a
quienes las cosas saben como realmente son.

La sabiduría incluye un momento pre-lingüístico y,
por así decirlo, supra cultural. 

Aunque todo discurso complejo y desarrollado
requiere el apoyo del lenguaje, los fundamentos de ese discurso han de ser en
último término inmediatos. 
Hay que tener en cuenta que la sabiduría, la
actitud de la que brota la contemplación, es un hábito y no un acto; por eso se
puede tener una disposición estable para la contemplación. 
Mi fin humano, allí donde mi vida florece porque
está realizando su operación más propia, es en la contemplación de la verdad..
Pero no se trata de una actividad puramente intelectual. 
Porque lo que
constituye la meta del ser humano es una contemplación de la verdad
efectivamente amorosa.

Alejandro Llano,
«La vida lograda»