VIRUTAS DE MADERA PRECIOSA:

MIENTRAS
tengamos una ventana, la vida es emocionante.


VIRGEN DOLOROSA. EL ROSTRO FEO DE UNA MADRE

 

  
Pedro Ly, aquel célebre neófito al que tanto debe la Iglesia china del
siglo XXVII, escuchaba con paciente tristeza las burlas de sus amigos paganos
sobre la religión católica.

‑ ¿Cómo adoráis y amáis ‑ le decían ‑ a un Dios
crucificado?

Pedro les respondió un día con esta parábola:

  « Era un pobre chico de quien todos se mofa­ban. Le echaban en cara que su madre era muy fea. El niño, a quien su cariño no le había dejado fijarse en realidad en su madre, lo advirtió un día, y se puso a llorar sin consuelo. 
  A las preguntas de su madre respondió: ‑ Mis amigos me han dicho que eres muy fea y hasta ahora no me había dado cuenta de ello. 
  ‑ Sí, soy fea. Pero quiero contarte un secreto ‑ le dice enseñándole un antiguo retrato suyo ‑. 
Mira qué hermosa era antes. Pero un día, al volver a mi casa, donde estabas tú en la cuna, vi que las llamas salían por la puerta. Corrí cuanto pude y llegué adonde tú dormías y defendiéndote con mi cuerpo de las llamas te pude salvar. Se me desfiguró la cara, se me estropeó el cuerpo. Pero tú vives, hijo mío. 
¿Sabes ahora por qué soy fea ? 
  ‑ ¡Ahora te quiero doblemente! – le dijo su hijo abrazando locamente a su madre ‑ porque eres mi madre y porque eres fea. 
¡Tú me salvaste de la muerte!


ANÉCDOTA DE SALVACIÓN, REDENCIÓN