VIRUTAS DE MADERA PRECIOSA:
La vida tiene una sola puerta de entrada, y más de mil de salida.
Baale Joseph 
No dar nada por supuesto en la formación. 
En el poblado de Odolewu el jefe, Baale Joseph, de más de ochenta años, era extramadamente afable y acogedor. 
El Obispo de Ijebú, Mons Fasina, frecuentaba la «piscina» (por nombre Galilee) que el Baale regentaba. 
El Baale presumía de ser uno de esos católicos hasta la médula. 
Cada vez que veníamos a bañarnos nos daba la bienvenida, a la vez que se quejaba de que no avisáramos. 
Después de un tiempo oyendo esta queja, estábamos muy intrigados, ya que no hay forma de anunciar nuestra llegada (ni teléfono, ni correo llegan hasta esa zona). 
– Baale -pregunté- ¿por qué debemos avisarle de que llegamos? 
– Muy sencillo: si venís así de sopetón sólo puedo ir a pedir sol al santuario pequeño, el del arroyo (se refería a un santuario animista al que sacrificaba un pollo); pero si me avisáis con tiempo, puedo ir al santuario del río (el del dios Oshún), para conseguir sol para una semana… 
– Pero Baale -le dije con sorpresa- ¿no era usted cristiano? 
– ¿Pues claro! -me respondió- ahora lo vas a ver: 
Se fue al centro del poblado, ante la mirada de aprobación de sus súbditos, y gritó: 
– in saeculaaa saeculoooruuum! y todos, entre medio de vítores y aplausos, gritaron: Amén. 
(gritó en latín, creo, para demostrar que había asistido a alguna Misa y que de algo se había enterado).