VIRUTAS DE MADERA PRECIOSA:
» Amigos son aquellos extraños seres que nos preguntan cómo estamos y se esperan a oírla contestación». (Ed Cunningham)

Me lo pedía el cuerpo. 

A un señor ya mayor, y no de muchas luces, le operaron de apendicitis. 
Recién operado no le permitían beber. Y él tenía sed. 
En un momento de despiste de la persona que le acompañaba, se levantó de la cama, arrastrando el suero que tenía puesto, se fue al cuarto de baño y se atracó de agua. 
Se puso fatal, con fiebre bastante alta. 
Cuando le decían que había sido por el agua que bebió, no había forma de convencerle. 
Y daba una razón contundente, para él: – Lo que me hizo daño fue el frío del piso de la habitación al caminar descalzo por él. 
¿Cómo iba hacerme daño el agua, si me la pedía el cuerpo?. 

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Somos enfermos por el pecado original. Y a nuestra naturaleza enferma pueden sentarle mal incluso cosas buenas. Y no siempre son buenas las que son agradables. 
Decía desconsolada una buena mujer: “Yo no sé lo que pasa en este mundo. 
Pero todo lo agradable, o es pecado o engorda”. E ignoro que era peor, a su juicio. El enfermo puede fiarse de su apetencia o del criterio del médico. El hombre puede escoger entre su parecer o el parecer de Dios. Por eso en todo pecado hay siempre una dosis de soberbia. Esa fue la causa del pecado original: Adán y Eva quisieron “ser como Dios”, pero sin Dios. Y Dios también quería que fuésemos como Él, pero con El.