UN HOMBRE RECORRÍA UNA ETAPA DEL CAMINO DE SANTIAGO.

Ya estaba cansado. La etapa se le hacía larga, a pesar de la belleza del paisaje gallego.

Al llegar a una villa preguntó a un labriego cuánto faltaba para el siguiente pueblo.

Después de una pausa y una larga mirada, el lugareño le respondió:

– No sé.

Pasó un siglo en la espera. El peregrino se despidió vagamente. Siguió su camino.

Al cabo de medio minuto, oyó un grito del campesino:

– Cuarenta y cinco minutos.

Molesto por tanta pausa, le espetó:

– ¿Pero usted no es de aquí? ¿No me lo podía haber dicho antes?

– Sí. pero no le había visto andar, el indígena le explicó.