Hace poco me fui con los alumnos de excursión y entramos en una cueva.

Les pedí que se mantuvieran en silencio y que apagaran la luz. Era la primera vez en sus vidas de oscuridad total.

Después del «gustillo» de la sorpresa, la inquietud del silencio. Y más allá la desesperación de la oscuridad.

Esto inspiró el siguiente micro-relato…

Nunca había visto tanta oscuridad. A mi alrededor, confusión. ¿Adónde ir?

No tenía punto de apoyo. Todo había fallado. Había perdido toda seguridad: era como ir flotando: no podía hacer pie. 

Lo peor: no podía ver nada. La desesperación era total, mucho más angustiosa que la depresión.

Pensaba en qué iba a ocurrir cuando ocurrió el prodigio. Un rayito de luz brilló delante a mi derecha.

Fue un segundo fugaz.

Rectifiqué el rumbo: es por allá, pensé.

Y seguí moviéndome con la esperanza y el impulso generados por esa extraña aparición.

Nota

Cristo dijo a los cristianos: sois la luz del mundo. Y con sus vidas de pecadores arrepentidos, procuran hacer las cosas bien. Esa vida es un rayito de luz para los que la buscan, incluso sin conocer que existe.