Alexis Carrel, fue una conversión desde la ciencia, una fe revelada en «El viaje a Lourdes», en 1913. Le avalan una serie de publicaciones científicas ligadas a la medicina y a los nuevos tratamientos descubiertos por él. Médico, investigador y humanista, nacido en 1873, especializado en métodos de sutura y en cirugía vascular. Accidentalmente acudió a Lourdes en sustitución de un colega y presenció una sorprendente curación. Como reveló lo visto, la medicina oficial le hizo el vacío y le cerraron todas las posibilidades profesionales. Emigró a Canadá para ser «granjero»pero en Chicago se interesaron por sus métodos revolucionarios en medicina. Fue patrocinado por la fundación Rockefeller y se dedicó totalmente a la medicina, consiguiendo el Nobel en 1912. Su viaje a Lourdes marcó muchas cosas, su vida personal y su vida afectiva, porque conoció a la que sería su esposa. Investigó las heridas de guerra y descubrió varios sistemas de asepsia. Viajó por Europa y América y consiguió múltiples galardones, pero su búsqueda era espiritual, por eso publicó una serie de meditaciones en 1935, «La incógnita del hombre», en donde pretendía poner en práctica sus ideales humanísticos. Moriría de una insuficiencia coronaria en noviembre de 1944. Podemos resumir su trayectoria científica y humana por la búsqueda de la verdad, con una vida de gran humanidad, entregada a los enfermos y heridos y dando un ejemplo de amor al prójimo porque sus trabajos han sido fundamentales en el tratamiento de los problemas cardiovasculares y en los trasplantes de órganos.
Algunas de sus ideas nos aproximan a la calidad humana y espiritual de Alexis Carrel, que confiaba totalmente en las verdades reveladas y en la tradición y la revelación. Pensaba que no existía contraposición entre la fe y la ciencia, como el lo había demostrado con el testimonio de vida. Defensor de la ley natural, estrechamente relacionada con la moral cristiana. Consideraba la religión un complemento de la racionalidad, porque añade afecto a la conducta humana. Era muy crítico con la sociedad porque veía que las costumbres «modernas» eran desintegradoras y provocaban la aparición de los peores vicios en la persona humana. Sentía una gran preocupación por no haber llegado tarde a la vida verdadera, y le preocupaba el tiempo perdido sin las cosas de Dios. Realmente estos ejemplos de literatos convertidos y de estos conversos que necesitaban expresar sus vivencias íntimas a través de la literatura, nos enseñan una gran verdad, que toda la vida cristiana es una peregrinación hacia la casa del Padre, una peregrinación que se va haciendo cada día, detalle a detalle, porque todo es importante a los ojos de Dios, que es misericordioso y nos exige la donación absoluta por amor a Él y a los demás. Esa es la respuesta personal a la llamada misteriosa de Dios.