La historia ha sido leída en El Debate y trata sobre un sacerdote católico que salva musulmanes.

Desde el momento en el que comenzó el derramamiento de sangre en Bossemptélé, una pequeña localidad en el noroeste de la República Centroafricana, el padre Bernard Kinvi tenía claro que su misión era salvar vidas fueran de cristianos o musulmanes.

Hace dos años, cuando los rebeldes musulmanes de Seleka llegaron a Bossemptélé, el padre Kinvi atendió tanto a supervivientes como a insurgentes heridos. En enero de este año, cuando se plantaron las milicias cristianas Anti Balaka en la localidad con el objetivo de eliminar a todos los musulmanes, este religioso de la orden de los Camilos salvó la vida de cientos de musulmanes jugándose también la suya.

«Hubo momentos de gran temor, pero había hecho un voto: ayudar a los enfermos, incluso si mi propia vida estaba en riesgo», explicó al diario ‘The Independent’.

El mayor ataque perpetrado por la organización Anti Balaka en Bossemptélé tuvo lugar el 18 de enero. Tras cinco horas de intensos tiroteos, el padre Kinvi salió a recoger a las víctimas, muchas de ellas mujeres y niños discapacitados, con una carretilla.

«Un niño de 14 años estaba conmigo y sostenía mi sotana. Miembros de Anti Balaka lo vieron y me dijeron ‘nosotros le debemos matar, de lo contrario crecerá y un día luchará contra nosotros'», señaló el padre Kinvi, que consiguió convencer a los insurgentes para que no matasen al pequeño.

El religioso llegó incluso a recibir llamadas de los propios milicianos que le informaban que podía recoger cuerpos de musulmanes asesinados. «Ellos me decían, ‘nuestro trabajo es matar, el suyo enterrar'», dijo.

«En un momento dado, pusimos 28 cuerpos en una fosa», lamentó.

El sacerdote ha viajado esta semana a Londres para recibir un galardón que concede anualmente la organización Human Rights Watch a personas que han destacado por su defensa de los derechos humanos.