Aunque el concepto de Dios que tenían los griegos era bastante pobre, el creerse hijo de un dios envalentonaba. Dice San Agustín que  a Alejandro le dio valor y coraje en la lucha.

Nuestra visión de Dios es mucho más sublime. ¿Me envalentona saberme hijo suyo?.

“… pensaba en lo que usted me dijo… ¡que soy hijo de Dios! y me sorprendí por la calle, “engallado” el cuerpo y soberbio por dentro… ¡hijo de Dios!.

Le aconsejé, con segura conciencia, fomentar la soberbia”. (Camino 274).

Sabernos hijos de Dios alegra, estimula y envalentona.

Sigue el comentario con una anécdota de Alejandro Magno y una ironía de su madre, Olympia…

Hijo de Zeus

El senado de Macedonia dio a Alejandro Magno el título de “hijo de Zeus”. Poco después escribió Alejandro a su madre, OLimpia, y empezó así la  carta: “El rey Alejandro, hijo de Zeus, a su madre Olimpia”.

La madre, mujer hábil e ingeniosa, le contestó: “Te ruego, hijo mío: no uses títulos que puedan crearme conflictos con la diosa Juno. Podría ponerse celosa y te aseguro que no tiene motivo” (Aulo Gelio).

Enviado por  Agustín Filgueiras Pita

Una anécdota de un atracón de honor que resultó ser soberbia

‘He cometido un error, pero tenía hambre. He hecho lo que no debía. No tengo honor para mirarles a la cara, siento vergüenza por mis profesores y compañeros. Me voy. Espero que me perdonen’, escribió.

Según explica su hermana adoptiva, pensaban que estaba haciendo sus deberes escolares, pero en realidad estaba escribiendo la sentida nota antes de suicidarse.

La joven se suicidó en la provincia nororiental de Liaoning, tras haber sido humillada en público por robar un pan que costaba 2 yuanes (0,26 dólares).

La chica, a la que el diario “Shenyang Evening News” cita con el pseudónimo de Huang Xiaoling, llevaba más de un día sin comer y según parece era hija adoptiva de una familia pobre de la ciudad de Shenyang.

El viernes dos familiares le prestaron un yuan para que comprara algo de comida, aunque ésta alegó que con 50 céntimos tenía suficiente, y se dirigió a una panadería.

Relata el diario que al ver uno de los panecillos la joven se obsesionó hasta que lo agarró y lo guardó en su bolsillo, algo que no pasó inadvertido para el propietario del establecimiento.

Éste la recriminó en público, y de nada sirvió que la adolescente pidiera disculpas y que uno de los clientes intentara pagar el pan por ella, ya que el dueño siguió humillándola durante una hora en el interior de la panadería ante todos los clientes que llegaban.

El panadero informó a la escuela de Huang de lo sucedido, por lo que la joven sufrió una segunda humillación en público por parte de su profesora, un acto muy frecuente en la enseñanza china, donde se critica y valora en público la actitud y resultados de los alumnos, no sólo académicos

Cuando la chica llego a su casa, escribió la nota y se suicidó.

Vaya cargo de conciencia se le habrá tenido que quedar a la profesora y al panadero tras la noticia…