Hay que leer más…

Un pequeño error de apreciación

Cuentan los escritos del toreo que hasta el siglo XX nadie corría más riesgo en una plaza de toros que los picadores. Montados a lomos de caballos sin protección alguna, eran el blanco perfecto para ser víctimas de la pujanza de los toros.

Y cuenta por ello la sabiduría popular que un picador apodado Cigarrón, perteneciente a la cuadrilla de Bombita, murió como consecuencia del derribo de un toro de Saltillo en la plaza de San Sebastián en agosto de 1901. La prensa de la época se hizo eco del suceso y la noticia tuvo gran repercusión entre las gentes del toro.

En esto que otro picador de nombre Rafael Alonso El Chato, se encontraba escuchando los detalles del trágico suceso mientras un compañero leía en voz alta la información recogida por un diario. Cuando el citado compañero leyó que la muerte del picador se había producido por un colapso, El Chato entendió que había sido de un colazo, y exclamo:

-¡Malditos sean los toros….hasta con la cola matan!