CARTA DE UN HIJO A TODOS LOS PADRES DEL MUNDO

No me grites. Te respeto menos cuando lo haces. Y me enseñas a gritar a mí también y yo no quiero hacerlo.

Trátame con amabilidad y cordialidad igual que a tus amigos. Que seamos familia, no significa que no podamos ser amigos.

Si hago algo malo, no me preguntes por qué lo hice. A veces, ni yo mismo lo sé.

No digas mentiras delante de mí, ni me pidas que las diga por tí (aunque sea para sacarte de un apuro).

Haces que pierda la fe en lo que dices y me siento mal.

Cuando te equivoques en algo, admítelo. Mejorará mi opinión de ti y me enseñarás a admitir también mis errores.

No me compares con nadie, especialmente con mis hermanos. Si me haces parecer mejor que los demás, alguien va a sufrir (y si me haces parecer peor, seré yo quién sufra).

Déjame valerme por mí mismo. Si tú lo haces todo por mí, yo no podré aprender.

No me des siempre órdenes. Si en vez de ordenarme hacer algo, me lo pidieras, lo haría más rápido y más a gusto.

No cambies de opinión tan a menudo sobre lo que debo hacer. Decide y mantén esa posición.

Cumple las promesas, buenas o malas. Si me prometes un premio, dámelo, pero también si es un castigo.

Trata de comprenderme y ayudarme. Cuando te cuente un problema no me digas: «eso no tiene importancia…» porque para mí sí la tiene.

No me digas que haga algo que tú no haces.

Yo aprenderé y haré siempre lo que tú hagas, aunque no me lo digas. Pero nunca haré lo que tú digas y no hagas.

No me des todo lo que te pido. A veces, sólo pido para ver cuánto puedo recibir.

Quiéreme y dímelo. A mí me gusta oírtelo decir, aunque tú no creas necesario decírmelo.

Continúa con otra carta…

Carta de un hijo a sus padres (antes de nacer)

Quizá no lo sepan, pero dentro de nueve meses naceré, mi destino está ligado al suyo. Es tan fácil que copie sus defectos como sus virtudes, si no son sinceros consigo mismos y se preparan para ser padres. Soy su expectativa para trascender por medio de su herencia genética desde ahora hasta mi adolescencia, ustedes serán el factor más importante que marque mi realización o mi fracaso.

Quiero ser grande y fuerte, ser sano y sabio, ser hermoso y amado. Ustedes me embrujaran inconscientemente o me permitirán ser el dueño de mi destino.

No quiero ser un sapo feliz embrujado, atado a prejuicios, vicios o quizá lujos y otras cadenas. Quiero riquezas invaluables como su tiempo, su amor, sus ideales y otros alimentos para el alma y el espíritu, ¿Quieran dármelos?.

Si no saben amar, aprendan, porque será el elixir que me darán para crecer en todos los aspectos de mi existencia. Quizá no lo piensen, pero siento que ante un compromiso tan abrumador deseen desligarse de mi, desde ahora, ya que no tengo capacidad para decidirlo.

Por otra parte, si aceptan este compromiso existe la posibilidad aparejada de la satisfacción futura, cuando sus nietos puedan cumplir felizmente sus expectativas de trascender o quizá amarlos como nadie lo ha podido hacer.

¿Cuándo empiezan a aprender a amar, para que me enseñen?

Régulo León Arteta