SANTA FAUSTINA KOLWALSKA. APÓSTOL DE LA DIVINA MISERICORDIA

1905-1938.
Sor María Faustina, apóstol de la Divina Misericordia, forma parte del círculo de santos de la Iglesia más conocidos. A través de ella el Señor Jesús transmite al mundo el gran mensaje de la Divina Misericordia y presenta el modelo de la perfección cristiana basada sobre la confianza en Dios y la actitud de caridad hacia el prójimo.

1. Una niña que nos avergüenza. “Se sacrificaba para poder ir a misa, y nosotros inventamos excusas para no hacerlo”.
Ya desde niña, santa Faustina (se llamaba Elena), había aprendido las obligaciones religiosas y llegó a ser muy seria en mantener santo el día del Señor y jamás quiso perder la santa misa dominical.
Pero en esos días había que hacer pastar y ordeñar las vacas para ayudar a su familia. Elena, temprano de mañana, salió por la ventana del dormitorio que ella había abierto la noche anterior, fue al establo, abrió las puertas, destrabó los portones y llevó las vacas a pastar por el sendero entre los dos campos de trigo y de centeno. Entre tanto el padre comprobó que las puertas estaban abiertas; al no ver las vacas pensó que se las habían robado.
De pronto oyó a Elena cantando con gran voz loas a María Santísima. Estaba de regreso del campo con las tres vacas.
El padre, enojado, y pensando que las vacas habrían comido del sembrado, desató su correa y la tenía preparada para darle un buen castigo a la nena por ser causa de tal desgracia. Cuando caminó hacia ella, sin embargo, observó admirado que las tres vacas estaban atadas con una soga y que sólo el pasto del caminito había sido comido, y que ni una sola hoja del trigo había sido tocada de ambos lados del sendero. Incómodo, escondió la correa detrás de la espalda.
¡Papá! –le gritó ella- ¿Puedo ir a la santa misa hoy?
Naturalmente no se pudo enojar ni negárselo. Ella llevó las vacas al establo y cantó al ordeñarlas:
-¡Podía ir a misa!.

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2. “El demonio sin presas. “La pereza es la madre de todos los vicios»

Esta anécdota está relatada por la misma santa en su diario espiritual,
editado bajo el título:»La Divina Misericordia en mi alma».
Estas son sus palabras:
-En cierta ocasión vi a Satanás que tenía prisa y estaba buscando a
alguien entre las hermanas, pero no la encontraba. Sentí en el alma la
inspiración de ordenarle en nombre de Dios que me dijera a quién
buscaba entre las hermanas. Y confesó, aunque de mala gana: «Busco las
almas perezosas». Cuando volví a ordenarle en nombre de Dios que me
dijera a qué almas del convento tenía el acceso más fácil, me confesó
otra vez de mala gana que: «a las almas perezosas y ociosas». Noté que
actualmente no hay tales almas en el convento. Que se alegren las almas
fatigadas y abrumadas por el trabajo.