Una mirada a la VOCACIÓN

(al comenzar la Novena de la Inmaculada).

Todos buscamos nuestro lugar, nuestra media naranja, estar a gusto; también lo podemos llamar acertar con nuestro camino, o más espirirualmente, cumplir la voluntad de Dios, que es Padre nuestro.

Dios tiene un plan para cada uno: piensa en qué herramientas necesita y las crea para ese propósito, adornándoles de todos los atributos imprescindibles para cumplir esa misión.

Encontrar la Misión, el Plan de Dios, vale la pena; por que una vez que uno se da cuenta de que «eso» es exactamente lo que da sentido a su vida, pues para «eso» ha sido creado, entonces ya nunca más será lo mismo. Es una historia de amor, en la que uno que se da, en realidad lo recibe todo. 

Ojalá encuentres tu VOCACIÓN, tu lugar en los planes de Dios.

Continúa con un cuento…

UN CUENTO SOBRE VOCACIÓN

EL JARDÍN FLORIDO

En un lugar que podría ser cualquier lugar, y en un tiempo que podría ser cualquier tiempo, había un hermoso jardín con manzanos, naranjos, perales y bellísimos rosales, todos ellos felices y satisfechos.

Todo era alegría en el jardín, excepto por un árbol profundamente triste. El pobre tenía un problema: ¡No sabía quién era.! Lo que le faltaba era concentración, le decía el manzano: «Si realmente lo intentas, podrás tener sabrosísimas manzanas, ¡mira que fácil es!» «No lo escuches», exigía el rosal. «Es más sencillo tener rosas y ¡ve que bellas son!»

Y el árbol desesperado, intentaba todo lo que le sugerían, y como no lograba ser como los demás, se sentía cada vez más frustrado.

Un día llegó hasta el jardín el búho, la más sabia de las aves, y al ver la desesperación del árbol, exclamó: «No te preocupes, tu problema no es tan grave, es el mismo de muchísimos seres sobre la Tierra. Yo te daré la solución… No dediques tu vida a ser como los demás quieran que seas. Sé tú mismo, conócete… y para lograrlo, escucha tu voz interior.»

Y dicho esto, el búho desapareció. «¿Mi voz interior?… ¿Ser yo mismo?… ¿Conocerme?…» Se preguntaba el árbol desesperado, cuando de pronto, comprendió.

Y cerrando los ojos y los oídos, abrió el corazón, y por fin pudo escuchar su voz interior diciéndole: Tú jamás darás manzanas porque no eres un manzano, ni florecerás cada primavera porque no eres un rosal. Eres un roble, y tu destino es crecer grande y majestuoso. Dar cobijo a las aves, sombra a los viajeros, belleza al paisaje…

– Tienes una misión: ¡Cúmplela!» Y el árbol se sintió fuerte y seguro de sí mismo y se dispuso a ser todo aquello para lo cual estaba destinado. Así, pronto llenó su espacio y fue admirado y respetado por todos. Y sólo entonces el jardín fue completamente feliz.

Yo me pregunto al ver a mi alrededor: ¿Cuántos serán robles que no se permiten a si mismos crecer?… ¿Cuántos serán rosales que por miedo al reto, sólo dan espinas?… ¿Cuántos, naranjos que no saben florecer? En la vida, todos tenemos un destino que cumplir y un espacio que llenar. No permitamos que nada ni nadie nos impida conocer y compartir la maravillosa esencia de nuestro ser.