SANTA PAULA. 26 DE ENERO.

Viuda 347-404.

Jerónimo pudo decirle, como escribió más tarde: «No me resigno a nada mediocre en ti», y bajo su influencia ella y sus dos hijas, Blesila y Eustoquia, estudiaron hebreo para leer las Escrituras y sólo vivieron para Dios.

De la misericordia a la grandeza” . “No se lamentó por la pobreza, la remedió efectivamente”

Paula tuvo una juventud rodeada de lujo, muy cortejada. Se casó muy bien. Continuó en el matrimonio aquella vida de esplendor y bienestar.

Vivía lejos de toda la miseria y pobreza. Tenía asco del pobre. Pero, un día, entró también en su palacio la tristeza y el luto. Paula perdió a su marido. Todavía joven, llena de ilusiones, vio en el ataúd a quien tanto amaba. Pasó varios días encerrada en su dolor, separada completamente de todo y de todos. Cuando dejó su retiro, esta transformada. Había encontrado a Cristo.

Reapareció vestida con sencillez. Se hizo más humana. Las puertas del palacio se abrieron para todos los pobres y los enfermos. Allá dentro enmudecieron los conciertos de flautas y las fiestas alegres, para oír los lamentos de los necesitados.

Andaba presurosa por las calles de Roma, en dirección al barrio de pobres. Subía las escalerillas cavadas en el suelo y entraba en casuchas humildes y sucias. Lavaba a los enfermos sus heridas purulentas. A los niños les limpiaba las cabezas llenas de parásitos.

Llevaba comida y reconstituía a los hambrientos y desfallecidos. Antes de morir hizo su testamento, en él dejó todos sus bienes a los pobres.