Necesitamos respetarnos.

Hay ciertas figuras, ciertos lugares que son un reflejo de nuestra autoestima, de nuestro propio respeto. Si respetamos la iglesia, la cama de nuestros padres, el confesonario, la mesa del profesor, la figura de la policía, los reyes… entonces nos estamos respetando a nosotros mismos. Muy al contrario, de no respetarles estaríamos incurriendo en una paradoja: si ellos son figura del amor, del saber, del poder que viene de Dios, de lo sagrado… y no los respetamos nosotros, ¿por qué motivo especial se nos debe un respeto a nosotros? ¿Dónde está el límite y quién lo pone?
Sigue una anécdota, ejemplo de Iconoclasia…
Los mofletes de Isabel II
Un retrato de la reina Isabel II con corona, los mofletes hinchados y cara de repollo, exhibido en la galería Tate Modern, ha causado cierto revuelo y polémica en la prensa británica. «¿No habrá llevado el pintor un poco demasiado lejos su licencia artística?», se pregunta este lunes el diario Daily Mail.

El retrato parece en realidad uno de esos personajes de «comic» del norteamericano Robert Crumb, aunque su pintor, el también estadounidense George Condo, afirma haberse inspirado nada menos que en Velázquez. «Sus mofletes son la pesadilla de la Reina», declara el artista, citado por la prensa británica. «Al mismo tiempo sonríe. Tiene algo de caricatura y de muñeca» de los años ochenta, afirma Condo, según el cual la soberana británica le atrajo como modelo «por toda la historia que tiene detrás y todas esas joyas».

Condo dice que se le pasó incluso por la cabeza pintar a la reina desnuda, pero se le informó de que no está permitido mostrar así en un lugar público a miembros de la familia real, según declaró a «The Sunday Times».

La obra en cuestión es un encargo de Massimiliano Gioni, uno de los comisarios de la galería, que la colocó junto a una pintura del también norteamericano Jakcson Pollock. Gioni no considera la imagen de Isabel II una «falta de respeto», pero Brendan Kelly, de la Sociedad de Retratistas del Reino Unido dijo que era un «retrato malo que da vergüenza ajena».

Según un portavoz de la Tate Modern, la obra de Condo, que estará varios meses expuesta al público, es, sin embargo, «un retrato imaginario».