1 DE JULIO.

SAN SIMEÓN El LOCO, monje (+590): para que se vea que hay de todo en la Viña del Señor; este es más raro que un perro verde.


UNA VIDA MUY ORIGINAL. (aunque nada imitable)

San Simeón, apellidado el Loco, es uno de los santos más desconcertantes y originales que haya existido. Nació en Emesa, antigua ciudad de Siria, a las orillas del río Orontes, a principios del siglo VI.

Visitó los Santos Lugares con un amigo llamado Juan. En su viaje encontraron muchos ermitaños y decidieron imitar su vida sin tardanza. Primero estuvieron en un monasterio, cerca de Jericó. Después atravesaron el Jordán, en busca de mayor soledad, y se establecieron al oriente del Mar Muerto. Cada uno se construyó su laura o ermita, bastante distante la una de la otra, para no importunarse en sus oraciones.

Después de treinta años de vida de anacoreta, Simeón se sintió impelido a dejar aquellos parajes y volver al mundo para trabajar directamente por la salvación de las almas. Se separó de su amigo y regresó a su ciudad natal. AL pasar por Jerusalén meditó largamente ante el Santo Sepulcro sobre los peligros que podía acarrearle su nueva vida.

Le parecía que había dominado todas las tentaciones que le habían asaltado en la vida eremítica. Sólo de una cosa dudaba: del amor propio, del orgullo. ¿En todas aquellas austeridades y rigores, no estaría de por medio la soberbia, el deseo de ser considerado como el mayor de los santos?

Sigue esta anécdota histórica…

Es un gran peligro alardear de la propia virtud. Se acordaria del filósofo Diógenes el cínico Se presentó un día, pobremente vestido, para humillarse, ante su antiguo compañero, Alejandro Magno, que ahora vestía de púrpura. «Veo tu soberbia asomarse por los agujeros de tu manto», le dijo Alejandro.

Para cortar de raíz este peligro, ideó un método original: hacerse pasar por loco. Y empezó sin demora Entró en Emesa arrastrando de su cinturón un perro muerto que encontró en el camino El domingo entró en la iglesia bien provisto de nueces, y empezó a arrojarlas contra las velas, con tan buen tino que las apagó todas. Luego subió al púlpito y tiró las que le quedaban contra las mujeres. Y así otros disparates

Compadecido un tabernero le ofreció un empleo en la taberna Al cabo de unos días los estantes estaban vacíos. Pero no había ningún dinero, pues Simeón, como Francisco de Asís, lo había regalado todo.

No obstante no lo despidieron, pues la gente, atraída por sus locuras, llenaba la taberna. Hasta que un día se pasó. Empezaban los taberneros a tenerle por santo. Y él, para humillarse, hizo como que intentaba abusar de la tabernera. Ella gritó y lo echaron a palos. Y otros sucesos como éste.

Mientras tanto Simeón conseguía lo que buscaba: que se burlaran de él. Pero también conseguía que con sus sentencias, sus bromas y sus reflexiones, muchos examinaran su vida y volviesen a Dios.

El Martirologio Romano dice de San Simeón: «Se hizo necio por Cristo, pero Dios reveló con milagros su alta sabiduría» San Juan Clímaco decía que el orgullo del espíritu es la bestia más feroz de los desiertos. Por eso Simeón trataba de encubrir su virtud bajo el velo de la locura.

Vocaciones como la de Simeón no son tan extrañas en Oriente. En Rusia, por ejemplo, se conoce la vocación de yurodivini, o loco por Cristo, por la cual un cristiano se consagra al evangelio sin omitir las paradojas y contradicciones que semejante compromiso encierra.

Murió San Simeón hacia el año 590, después de realizar muchos milagros. Su contemporáneo Evagrio, y un siglo más tarde, Leoncio, obispo de Chipre, nos han dejado muchas peripecias de su curiosa vida.